Llevaban treinta años sin saber el uno del otro. Cuando rompieron su noviazgo, por culpa de la lucha infernal que mantenían sus dos familias, cada uno se fue por su lado. El reencuentro tuvo lugar en el velatorio de la madre de Carmen, la última en morir. Fernando consideró que era una buena oportunidad para acercarse a ella y la aprovechó. Un matrimonio desecho, un hijo que se había puesto del lado de la madre y un trabajo inexistente lo envalentonaron lo suficiente para llevarlo a cabo. Carmen se alegró mucho al verlo, aunque lo notó cambiado; pensó si será debido al paso de los años que estropea los cuerpos, llena de arrugas los rostros y encanece el pelo. Él le explicó las cuitas de su vida y ella le contó que se había quedado soltera y en casa para cuidar de sus padres. Copa tras copa sus lenguas se desataron rememorando una adolescencia idolatrada porque fue cercenada, impidiendo que su amor se desarrollara tal y como habían fantaseado. Carmen lo llevó hasta aquel recóndi
Blog literario de la escritora María José Moreno