jueves, 31 de diciembre de 2020

Mi recuerdo en este final del 2020 para los que no están y sus familias

 

 


 

Recién iniciado el 2020, con la lista de deseos aún por estrenar, el Covid 19 se apoderó de nuestras vidas. Nos vimos obligados a parar, encerrarnos en casa y asistir, sin poder hacer nada, a la pérdida de muchos compatriotas por culpa de este virus. Además del dolor por la pérdida, las familias tenían que pasar por no poder despedirse de ellos y enterrarlos en soledad. Para mí ha sido lo más duro de esta pandemia. Y no solo ocurrió en la primera ola, sino que creíamos que con el verano todo se iba a solucionar y llegó, sin pausa, el segundo rebrote y siguieron muriendo miles de personas dejando a sus familias huerfanos y sin consuelo. 

Yo no he perdido a nadie, pero en mis soledad del confinamiento imaginaba lo duro que debía ser estar ingresado, aislado de los que te quieren, sin saber si el bicho iba a poder contigo. Me ponía en sus zapatos. Nada más pensarlo, la angustia me corría por dentro; por eso, creo que todos estamos de acuerdo en que lo peor de esta pandemia han sido los muchos miles de fallecidos. 

Pero no solo ha traído muertes físicas sino que también, debido a las medidas que sin más remedio hubo que tomar, se ha producido un deceso económico. En ese caso nos encontramos en unos de los peores momentos económicos de nuestra historia contemporánea como país y esto, como es lógico, me apena. Cuando voy paseando y veo los comercios cerrados o cuando en la consulta me cuentan lo mal que están por la pérdida del negocio o del trabajo, me vuelve a asaltar esa angustia que me hace ponerme en su lugar y pienso que la pandemia nos ha "jodido", y mucho.

Estos últimos días, he leído en las redes sociales frase referidas al año 2020 como: «Un año de mierda», «Adios al peor año», «El 2021 lo tiene fácil, nunca puede ser peor que este»... y muchas por el estilo. Y de nuevo, siento la angustia recorrerme por dentro. Porque yo tengo algo de supersticiosa y, a veces, el pensamiento mágico me domina. Al igual que cuando soy muy feliz me da miedo decírlo por si se tuerce, creo que este 2020 puede que no sea lo peor.

Sé que todo depende de la cara del prisma por el que se mire la vida. Lo sé. Por eso, puedo decir que con independencia del Covid, cada año tiene cosas buenas y malas, que es una vivencia particular y eso influye en nuestra catalogación del año en custión.

Como decía antes, yo no he perdido a nadie, he cumplido con las normas sanitarias,  he tenido la suerte de no contagiarme hasta el momento (no lo diré muy alto), he podido continuar con mi trabajo de manera virtual y presencial, los mios están bien y además un nuevo miembro, mi nieto Daniel, ha venido a aumentar nuestra familia para alegranos la vida. Claro que he echado de menos los viajes, las reuniones con amigos,  los congresos para departir cara a cara con los compañeros, las clases con alumnos sin mascarilla, la lejanía de los pacientes, el no poder verles la cara... y sobre todo, he echado en falta los abrazos y los besos de los que me quieren. Pero he podido estar con ellos y disfrutar de su lejana compañía. Y soy feliz por ello.

Como os decía antes, soy un poco supersticiosa y, a veces, se me viene a la cabeza el refrán español: «Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer» y se me pone los pelos como escarpias. 

Sin embargo, ante todo, quiero ser positiva.  Tengo ganas de disfrutar, de compartir y departir, de amar, de crear, de luchar, de perder y ganar...; en definitiva, de vivir.  Confío en la ciencia, en nuestros sanitarios que son unos campeones y espero y deseo que en el próximo año el virus se aleje de la humanidad y vuelva al lugar del que no debío salir, o al menos, nos visite solo estacionalmente y dispongamos de medidas para atajarlo.

También confío en los hombres. Sé que hay mucho irresponsable, pero los responsables somos muchos más.

No lo tenemos fácil, pero entre todos lo conseguiremos. El año 2021, nos traerá más de los mismo, pero nosotros somos un año más sabios y expertos y eso no nos lo quita nadie. 

Brindo porque la Salud nos acompañe y porque, poco a poco, vayamos volviendo a la normalidad. 

¡Nos leemos en el 2021!



jueves, 17 de diciembre de 2020

Este jueves un relato: Dulces

 

 
          Confieso ante todos que soy un borracho.  En mi descargo debo decir que no siempre fue así y aunque no me crean porque eso solemos decir todos los que estamos aquí, la culpa no es mía.
        Mis orígenes se remontan, más o menos, siglo arriba, siglo abajo, a la época en que las legiones romanas atacaban el poblado de Asterix y Obelix, sin que se encuentre referencia alguna a que yo fuera consumidor de ese venenoso líquido que según cuentan perturba la mente, desinhibe las pasiones y saca lo peor de cada uno;  y que el hombre es bien dado a verter tanto directamente en su gaznate como en todo aquello que ingiere, véase salsas, carnes, pescados, dulces…

Nací con la intención de perdurar. De ahí mi nombre que remarcaba mi doble cocimiento (bis-coctus), de esa manera se aseguraba mi durabilidad como manjar de pobres y ricos en épocas de penurias.

Mi esponjoso cuerpo, suave mezcla de harina, levadura, mantequilla, clara montada, yema de huevo y azúcar no necesita de ese caldo dulzón y ambarino con el que me riegan, que penetra despacio en cada uno de mis poros hasta los más recónditos lugares. Y sin embargo, lo utilizan. Unas veces me bañan en coñac, otras en ron, con licor de café, de cerezas o con whisky… convirtiéndome en un borracho.

Sí, señores, soy un bizcocho borracho por arte y gracia del hombre. Sí, señores, soy un engendro más de esa creativa mente humana que busca satisfacer al máximo su sentido del gusto y del que se hizo dependiente, denostando mi fórmula clásica por  esaboría, empalagosa, seca y sin gracia.

Y aquí me tienen, penando por mis pecados, que no son mis pecados.

En la actualidad. En esta época que nos ha tocado vivir no estoy bien visto, me señalan, me increpan, me rechazan. Ya no sirvo como desayuno y merienda de niños. Totalmente prohibido en enfermos, que antes se beneficiaban de mi nutritiva composición ante su falta de apetito. Ninguna embarazada me prueba, cuando antes era indispensable en su dieta… Ya no tengo cabida en este mundo postmoderno de vida sana, de gimnasio, de comidas light y, como no, antialcohólico.

Confieso que soy un borracho y que quiero dejar de serlo. Sólo con su ayuda puedo conseguirlo. Por favor, no me rieguen, no me bañen, no introduzcan en mí ese maldito licor de Baco que embriaga, responsable de muertes y accidentes. Déjenme seco, pastoso, aburrido. Como mucho, échenme algún yogur que lleve bífidus, que no sé lo que es pero dicen que es muy sano. Es la única manera que tengo de sobrevivir, de perdurar por los siglos de los siglos. De dejar esta intolerable adicción.

     Y sin más, ruego me disculpen pero me tengo que marchar. En unos minutos comienza la terapia de Adictos al Azúcar y no puedo faltar, estoy en proceso de convencimiento de las excelencias del edulcorante.

domingo, 13 de diciembre de 2020

Este jueves un relato: Cerrando un jueves de dulces

 

 

Llegó la hora de cerrar esta convocatoria. Gracias a todos los que habéis participado con vuestras diferentes y originales de acercaros al tema de los dulces. Todo tiene cabida y todo es posible, sea el tema que sea, porque cada juevero es único en su inspiración.

Os deseo lo mejor para esta fiestas y que el próximo año sea benévolo con nosotros y nos sigamos leyendo. Un fuerte abrazo.

El ptoximo jueves será en el blog de Cass

 

Se nos apuntan a los dulces:

Molí del Canyer

Rodolfo

Albada Dos 

Sintiendo en la piel... Lucía

Campirela

Alfredo 

Max Estrella 

Tracy 

Yo misma

Neogéminis 

Monserrat Sala 

Mar 

Charo Bolívar 


Mis queridos jueveros, estamos en el mes de los dulces por excelencia y es una tortura. Los mantecados, los mazapanes, los turrones, los roscos de vino... suponen un desafío a nuestra fuerza de voluntad, que casi siempre perdemos, con el consiguiente esfuerzo en enero para recuperar los kilos cogidos.

Como dice el refrán: «A nadie le amarga un dulce» y llevamos un años con tantas penas que ya es hora de que tomemos alguno.  Así que de dulces vamos a hablar este jueves. 

Si os gustan o no, cuáles son vuestros preferidos, qué se come a este lado del mar y al otro, la adicción al chocolate, mi vida por un dulce, los dulces de nuestra infancia, los dulces caseros, las pastelerías, las tortas y las tartas... Y todo aquello que vuestra imaginación proponga.

Las normas ya las sabéis: unos 350 palabras y dejad el enlace el miércoles por la noche en esta entrada.

 ¡Os espero!

FELIZ AÑO 2024

  7 meses sin escribir en el blog y vuelvo como en años anteriores con deseos de compartir que esta comunicación ocasional no se termine. Ha...