jueves, 31 de enero de 2019

Este jueves un relato: Cocinillas





De pequeña, mi lugar preferido de la casa era la cocina. Por supuesto, no era como las de ahora. Las paredes estaban cubiertas de azulejos de color blanco brillante y los muebles eran de mampostería; en lugar de puertas tenían unas cortinas de tela de cuadritos de vichy blancos y verdes. Un pollete de marmol (ahora le llaman encimera) los cubría y servía de superficie de trabajo. Mamá me sentaba en una silla alta y desde mi atalaya la observaba ir y venir de la despensa al fogón y de éste al fregadero; de vuelta, casi siempre hacía una parada en la alacena o en la nevera. Al principio, la cocina en la que se guisaba era de carbón, luego solo sirvió para sostener a la de tres fuegos de butano y para que yo jugara abriendo las diferetntes puertecitas que tenía en el frente y que ahora muy bien no podría decir para qué servían. En ese lugar de la casa me crie. Ahí aprendí a leer y a escribir. También a conocer los alimentos, a manejar las cantidades y a mezclar de manera sutil las especias: pimienta, comino, curry, cayena, canela…, para obtener deliciosos manjares, tal como ella me instruyó.
Con el paso de los años me tuve que alejar de los fogones. Cuando mi trabajo me lo permite rebusco en el recetario de mamá qué hacer para cenar o almorzar. Disfruto cocinando y nunca he olvidado sus magistrales enseñanzas que aplico incluso en mi vida profesional.
Os dejo mi receta preferida
Pastel Terapéutico
1 Taza de Educación
1 Taza de Escucha
1 Tazas de Comprensión
2 taza de Tranquilidad
3 Tazas de Empatía
1 Taza de Buenas palabras
1 taza de Sonrisas
1 taza de Ternura
5 cucharadas de Alianza Terapéutica
4 Litros de Sentimientos
1 Barril de Conocimientos

Poner sobre una superficie plana la educación formando una montaña elevada, con los dedos hacemos cun hueco en el centro de ella y vamos añadiendo la escucha, la comprensión y los sentimientos. Amasamos con suavidad hasta que adquiriera consistencia, entonces mezclamos con la empatía y seguimos amasando. Con un rodillo damos forma de lámina a esa pasta y forramos un molde con ella.
Derretimos las sonrisas, la ternura y las buenas palabras al baño María y vertemos en el molde.
Recubrimos todo con los conocimientos y horneamos durante treinta minutos, mínimo. Cuando está, espolvoreamos con unas cucharadas de alianza terapéutica antes de servir.

Dar una ración de este pastel a cada paciente y siempre quedará satisfecho.
Más cocinillas en el blog de Mar, La bitácora

jueves, 17 de enero de 2019

Este jueves un relato: Collage temático





 




Una mano de sedosos y finos dedos me desentierra del oscuro lugar en el que me guardan. Recibo una bocanada de aire fresco.  
Ella me desliza con delicadeza de abajo hacia arriba y luego me deja reposar en la parte superior de su muslo tras colocarme en la posición exacta que desea.
Me domina la impaciencia. 
Risas, palabras vacías, más risas y yo, alerta, expectante hasta ver qué sucede. 
Me rozan diferentes dedos  que me sacan de mi letargo y me vuelven loco. Crezco casi un palmo. Cruce y descruce de piernas. Palabras obscenas, divertidas, ardientes, febriles, caricias que no cesan. Me aprietan, oprimen y comprimen. Juguetean conmigo. ¡Uf uf…,¿qué será de mí? No puedo aguantar más frenesí. De pronto, cuando menos lo espero, un fuerte tirón y una larga uña me desgarra. 
Siento un intenso dolor. ¡Cielo santo! ¡Pobre de mí! Me rompo. Soy todo hilachos que terminan por desprenderse. Caigo con lentitud en el asqueroso suelo donde me pisotean de manera repetida unos pies que no paran de moverse. Y allí, roto, manoseado y ultrajado, tomo conciencia de lo dura que es la vida de un liguero. 
Más inspiración en el blog de Neogeminis

Retos lectores del mes de Enero




Reto lector 2019 12 mese/12 libros Biblioteca Municipal de Córdoba.
Enero: Un libro de menos de 100 páginas
«Paradero desconocido» de Kathrine Kressmann.
Una novela en la que en muy pocas páginas y de manera epistolar asistimos a una amistad que parece indestructible pero que no lo es. Nada persiste en el tiempo y menos cuando existen avatares bélicos de por medio.
La novela comienza en 1932 cuando se separan dos amigos que se tratan como hermanos: uno alemán, Martin, y otro judío, Max, dueños de una galería de arte en California. La separación viene dada cuando Martin regresa a Alemania para criar a sus hijos en su país de origen. 
Desde primera hora se escriben cartas en las que comentan no solo cómo marcha la galería de arte sino también lo que acontece en Alemania desde la ascensión al poder de Hitler.
La amistad es algo sobrevalorado y podremos comprobarlo carta a carta. 
Un desenlace inesperado llena de valor a esta pequeña obra de arte que retrata de manera magistral el enfrentamiento  entre víctimas y verdugos y cómo es fácil intercambiar los papeles. Os la recomiendo.


 
Reto 2019 12 meses/12 escritoras/12 países: Grupo de Facebook Sofá, manta y libro.
Enero: España



 
«Nada que no sepas» de María Tena. 
Esta novela ha sido XIV Premio Tusquets Editores de Novela 2018. 
Me adentré en ella porque me llamó la atención la sinopsis que en algo me recordó al tema que yo trataba en mi novela Bajo los tilos. 
Y así ha sido. Se trata, una vez más, de reconocer que no conocemos a nuestros padres. 
Esta novela, narrada por la protagonista, trata de la búsqueda de respuestas a un hecho sorpresivo que la marcó: la huida apresurada de Montevideo (Uruguay) de su padre, su hermano y ella a España, tras el fallecimiento de su madre. Esta búsqueda se inicia, en el momento actual, con el regreso a Montevideo de la protagonista, tras una crisis matrimonial. Allí encontrará las respuestas a muchas de sus preguntas, descubrirá aspectos de sus padres que nunca hubiera sospechado, paseará por sus lugares preferidos, y también, se reencontrará con amigas y amigos de su infancia y adolescencia feliz, que la devolverán a esos años y llenaran ese inexplicable vacío afectivo que siempre la acompañó tras la huida de su mundo (fiestas elegantes, celebraciones frecuentes, días de playa...) por la muerte, inesperada e inexplicable, de su madre. 
Me ha gustado mucho y me ha hecho reflexionar, de nuevo, sobre lo poco que conocemos a cuantos nos rodean.
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sábado, 5 de enero de 2019

Retos lectores de una hipomaníaca

Otro año más comienzo un reto, lo malo es que no sé  si llegaré hasta el final. Hasta el momento creo que tengo el record de no haber terminado ninguno de los que he empezado. Sin embargo, cuando vi este de la Biblioteca Pública de Córdoba (12 meses/12 libros), me pareció que era bastante asequible (igual el día que lo vi estaba demasiado positiva ;-), me envalentoné y aquí estoy, formalizándolo en el blog, puesto que luego haré un comentario sobre lo que he leído.
 
El reto de enero, a simple vista, me pareció muy cómodo. Se trata de leer una novela corta. El problema ha sido encontrar una de menos de 100 páginas. Menos mal que lo he comentado en mi página de Facebook y, enseguida, me han dado los títulos de bastantes novelas cortas. Voy a ver de qué tratan y escogeré una de ellas. Además voy a ir pensando el de febrero, esa novela que he querido siempre leer y no he leído. Por el momento no se me ocurre ninguna. 
Mucho me temo que a este paso, las propuestas del mes se van a constituir en sí mismas en otro reto. 

Debo de estar un poco hipomaníaca porque me acabo de apuntar a otro reto letor, el del grupo de Facebook: Sofá, manta, libro.
Me ha parecido original y muy interesante. 

No sé si los terminaré, pero de ilsuión también se vive y más en esta Noche de Reyes.


Nos vemos por aquí y si te apetece te apuntas a alguno de estos  retos y vamos comentando.

miércoles, 2 de enero de 2019

Este jueves un relato: El futuro en números




Después de haber pelado las uvas, mientras escuchaba los cuartos del reloj de la Plaza del Sol, Carla decidió que este año no las tomaría. Era la primera vez, desde que ella recordaba, que no iba a cumplir con el rito de las campanadas.
—Solo son patrañas —murmuró—. ¡Maldita suerte la que me trajo comerlas el año anterior!
Se levantó y, con el plato en la mano, se encaminó hacia la cocina. Las tiró a la basura y después volvió al salón. Apagó la televisión y abrió el ordenador. 
Mientras viajaba por diferentes blogs en los que todos se felicitaban y explicitaban cientos de deseos y de propósitos para el Año Nuevo, Carla pensó en lo triste que era su vida. Tenía 52 años y estaba sola. Su marido la había abandonado en verano después de un viaje que realizó a Cancún organizado por la empresa en la que trabajaba. Allí conoció a una joven que lo volvió loco, en el sentido literal y formal de la palabra. Su marido le había jurado amor eterno, por su marido ella había sacrificado sus ansias de maternidad —no le gustaban los niños—, su marido  criticaba a los compañeros que eran infieles... Su marido, en fin, un hijo de su madre, pero la única familia que tenía desde que sus padres habían muerto.
Suspiró.
De repente, Carla se tropezó con un blog en el que había una entrada titulada «Los matemáticos no son gente seria». Un profesor de matemáticas recopilaba curiosidades sobre el número 2019. Leyó sin entender muchas de ellas, como la de: «2019 admite 16 representaciones como suma de tres productos cíclicos». «¿Qué querrá decir esto?», pensó, asombrada. Cuando llegó al final de la entrada, leyó: «2019 es un número feliz». La razón de ese hecho tampoco la entendía: es feliz porque si se suman los cuadrados de sus dígitos y se repite el proceso cuantas veces sea necesario, si en algún momento obtenemos un 1, hemos terminado. Lo releyó varias veces hasta que se enteró y, a continuación, siguió buceando en Internet hasta que dio con una lista de números felices. En ella, comprobó que cuando conoció a Ricardo, 1993; cuando se casó, 1997; cuando la abandonó, 2018; cuando falleció su madre, 2002, y su padre, 2006, o cuando perdió el trabajo, 2007... todos eran números infelices. 
No tenía arreglo. Era normal que se sintiera así y además aunque 2019 fuera un número feliz, ella no tenía nada qué celebrar. 
Volvió a echar una ojeada a la lista de números. Le llamó la atención que el año de su nacimiento, 1967, sí era un número feliz. Con júbilo, notó que su corazón palpitaba un poquito más rápido de lo habitual y que una mueca, parecida a una sonrisa, se dibujaba en su boca. 
No estaba tan mal. Y mirándolo desde una perspectiva más positiva, en conjunto, tampoco habían estado tan mal sus 52 años de vida. Podía decir que había vivido una buena vida, con sus altos y bajos, como es la vida, una montaña rusa. Lo contrario es la linea recta, la de la muerte.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo. 
Se levantó, fue a la cocina, abrió el frigorífico y cogió otras doce uvas. Las puso en el plato, las peló y miró la hora; faltaban cinco minutos para que dieran las campanadas a la hora de las Islas Canarias. 
«¡Por si acaso, era mejor no faltar a la tradición!».




martes, 1 de enero de 2019

Comenzamos el 2019





Desde que abrí este blog en el año 2009 no he faltado a la cita de despedir el año y dar la bienvenida al año nuevo. 
Ayer no lo hice. 
Las razones deben de ser inconscientes porque durante todo el día estuve pensando en sentarme delante del ordenador y hacer la entrada. La posponía en aras de preparar la casa, la cena, enviar unos Wassaps, hablar por teléfono... Cuando acordé ya no había tiempo. Como decía deben ser motivos anclados en esa parte de nuestro cerebro a lo que relegamos lo que nos hace daño y por eso intentamos olvidarlos. Este año no estaba siendo malo hasto que lo fue y aunque me repita que eso nada tiene que ver con el año de que se trate, algo en mi cabeza no ha querido ni despedirlo. 
Decía Freud que se madura cuanto el Yo se fortalece, cuando aumenta nuestro consciente y disminuye nuestro inconsciente. En pocas palabras: cuanto más nos conocemos. Y en un acto puramente freudiano esta mañana me he puesto al teclado, al menos, para dar la bienvenido al 2019. Lo que deparará este año, nadie lo sabe, pero yo sí sé que quiero vivirlo, disfrutarlo en sus múltiples instantes y compartirlo. Ante todos, compartirlo con mi familia, mis amigos, mis conocidos y con cualquiera que quiera acercarse a esta ventatina, a este Lugar de encuentro. 
Este blog nació por un ilusionante proyecto: el de dar voz de mis escritos. Durante estos últimos años ha decrecido sobremanera el número de entradas y he estado a punto de cerrarlo en múltiples ocasiones. Luego, me echaba para atrás pensando que mientras estuviera embarcada en esta aventura literaria, este lugar de encuentro, testigo de tanto, debía seguir. 
Así que aquí estamos un año más.
Y para seguir con la tradición, la primera entrada de este año es mi mejor deseo para este 2019 que hoy comienza, que  podamos VIVIRLO y COMPARTIRLO.
¡Feliz 2019!

FELIZ AÑO 2024

  7 meses sin escribir en el blog y vuelvo como en años anteriores con deseos de compartir que esta comunicación ocasional no se termine. Ha...