lunes, 27 de febrero de 2017

Abecedario de flores de Alfredo Cot González

Abecedario de flores
Autor: Alfredo Cot
Editorial Cuestión de Belleza
97 páginas
2016


El año pasado presenté en Valencia mi novela El poder de la Sombra. En esa ocasión tuve la magnífica oportunidad de almorzar con un entrañable amigo juevero, Alfredo Cot. Como era lo normal estuvimos hablando de libros, de los míos y de los suyos. Entonces, me anunció que muy pronto saldría publicado su libro de relatos, Abecedario de flores, y me contó lo que había disfrutado buscando las flores que incluir en su libro y, por supuesto, las historias que debía entretejer alrededor de las mismas. Ahora, después de haber tenido el libro entre mis manos y haber disfrutado cada una de esas historias, comprendo el entusiasmo que trasmitían sus palabras. 
En la solapa Andrés Amat dice que este libro es «...un poema en prosa que pide ser leído apelando a los cinco sentidos, pero entremezclados en iluminadora sinestesia...». Y así es. Cada uno de los relatos nos deja en apenas dos páginas instantes para oler sonidos y colores, ver olores o saborear texturas. 
El autor, gran amante de la música clásica, imita este género y comienza el libro con una Obertura «ad hoc» titulada «El paraguas que quiso ser flor» para terminarlo con un Final «ma non tropo» que nos introduce en un índice «Andante Spianato» en el que cada flor da respuesta a la pregunta: ¿a qué saben las flores? Así nos encontramos que para el autor el Amarilis sabe a pasión fatal, peligro y helado de limón orgulloso, la Fucsia a velocidad descarada con un halo de santidad conventual, la Margarita a juguete de niño,  travieso, caprichoso e inocente o la Ulmaria a mar abierto, sin límites, sin perspectiva, sin horizonte.
Entre esa Obertura y el Final, podemos leer momentos que te llegan al interior, que te hacen reflexionar contigo mismo, que evocan lugares desconocidos que llegas a conocer por su color, por su olor, dibujados en torno a una determinada flor... Flor que guarda en su interior todo un mundo de posibilidades y que Alfredo va desgranando para nosotros mediante unas acertadas frases de gran belleza.

«Mi alma no es una estación, sólo un apeadero donde las hierbas y rastrojos crecen hasta esconder esas dos líneas de hierro que nunca llegan a juntarse...» (Amarilis).
«Perdidas mis pérdidas, me veo de oscuro y gris, no sé cómo iluminarme. Entre nubes, me visto de mentiras, me disfrazo de otro que se me parece, lo intento... pero él no se lo cree...» (Echinopsis).
«Mudo, sordo, ciego, muerto... me siento cuando las palabras oprimidas no fluyen. Nada soy sin mi voz escrita. Nada. Desterrada mi prosa y exiliadas mis rimas en un silencio trabado, obligado...» (Orquídea).

Poemas en prosa... Vida vívida y vivida... Magia de colores, olores, sabores, sensaciones entremezcladas para que los lectores podamos aprehenderlas y emocionarnos. Emoción sostenida en cada frase, en cada párrafo, en cada página. 
Las flores son un producto de gran belleza de nuestra infinita Naturaleza. Las flores son bien conocidas por Alfredo; su familia siempre ha trabajado con ellas y ,además, Alfredo es un mago de las palabras que ha sabido conjuntar haciendo de este libro un imprescindible de nuestras bibliotecas. Te lo recomiendo. 




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sábado, 11 de febrero de 2017

Anécdotas del baúl de la Piquer


No es la primera vez que digo que cuando comencé a escribir pensé que llegaría el día en que vería mis novelas en las mesas de novedades de las librerías. Seguro que en este preciso instante, vuestros labios han dibujado una sonrisa malvada. Lo sé, no hace falta que me lo digáis, era bastante ilusa y confiada, pero es que aún no había conocido este mundillo. Luego vino el rechazo, pocas veces, y la ignorancia, la mayoría, por parte de las editoriales a las que enviaba mi novela y esto me hizo tomar tierra, o más bien, darme de bruces con la realidad.
Mi persistencia y las nuevas perspectivas creadas por la edición digital me llevaron por unos derroteros que, en aquellos momentos, eran impensables. Por eso ahora puedo afirmar con fuerza, que nunca imaginé llegar a donde he llegado. No solo por ver mis novelas en las librerías sino porque me han permitido viajar por toda España para promocionarlas y conocer a mis lectores. Y con este largo preámbulo llego al meollo de la cuestión que quiero comentar. Esta entrada va de viajar, de eso que muchos me dicen: «Viajas más que el baúl de la Piquer».
En efecto, la edición de mis novelas en papel me ha permitido recorrer parte de nuestra geografía hablando de algo que he creado, mimado, engalanado para ofrecerla, de la mejor manera posible, a los que gustan del disfrute de la palabra escrita.

Estos viajes me han enriquecido como escritora y como persona. De un lado, he conocido personalmente a compañeros y lectores con los que compartía amistad en las redes sociales y puedo decir bien alto que en persona ganan mucho, muchísimo. También, personas anónimas me han demostrado su cariño e interés por mis libros y eso llena... nos os podéis imaginar cuanto, o sí.  
Estos viajes están cargados de gente anónima con la que me he cruzado en estaciones, en el tren y en el autobús, de silencios meditadores, de siestas, de lecturas, de escrituras y de anécdotas. 
Anécdotas y anécdotas..., no podía ser de otro modo cuando te expones al contacto con el  género humano. De entre todas hay una que me tocó vivir hace pocos días en mi participación en Aragón Negro. Presentábamos David Lasso y una servidora, La fuerza de Eros, en el FNAC de Zaragoza. Llegamos temprano y departimos con Juan Bolea en la antesala esperando que llegara el público. Mi mirada, siempre receptiva a cualquier cosa que se salga de la normalidad, localizó a un hombre de mediana edad, aspecto bohemio y con una carpeta en la mano que se paseaba de un lado para otro y que de pronto se metió en la sala. Con la charla me olvidé de él hasta que entramos y lo vi en la primera fila. Comenzamos. Mientras David hablaba se contuvo, pero en cuanto yo tomé la palabra, a las mías le seguían comentarios suyos, al principio musitados y con el paso de los minutos cada vez más altos. Cuando se desató la hecatombe fue en el turno de preguntas para el público. Como esperaba, levantó la mano el primero. En cuanto escuché sus primeras argumentaciones supe que aquello no iba por buen camino. Me increpó sobre lo que yo había comentado de los psicópatas, poniendo ejemplos del estilo de que para psicópatas, las fuerzas de seguridad. Y así, cada vez más crecido llegó el momento en que  abrió la carpeta de anillas que llevaba repleta de papeles, con intención de leerme un supuesto informe psiquiátrico... Bien, llegado a ese punto, lo interrumpí, le dije que yo no estaba allí como psiquiatra, que no estaba dispuesta a responder a ninguna de sus preguntas y lo invité, amablemente, a salir de la sala... Se resistió, pero al final conseguí que se fuera para que pudiéramos proseguir la presentación. 
Me dejó un sabor amargo que el resto de los asistentes intentó paliar, pero no se me pasó hasta que tuve la suerte de cenar al lado del actor, Miguel Ángel Muñoz, una hombre cultísimo, amable, simpático, cordial y muy atractivo... Pero esa anécdota la dejaremos para otra ocasión.


FELIZ AÑO 2024

  7 meses sin escribir en el blog y vuelvo como en años anteriores con deseos de compartir que esta comunicación ocasional no se termine. Ha...