Hace un año, a esta misma hora, estaba en manos del peluquero. Nos levantamos muy temprano porque a las once y media venían los fotógrafos. La casa era un ir y venir, mi hija y yo pasábamos de un cuarto a otro, para terminarnos de peinar o para comenzar el maquillaje. Los trajes esperaban colgados en sus perchas, y a sus pies, los zapatos. Encima de las camas el bolso, el tocado, el velo... No teníamos tiempo para pensar, sólo mirábamos de vez en cuando por la ventana y rogábamos para nuestros adentros que no comenzara a llover. Hoy, un año después, hace un día radiante. El cielo es de un color azul que duele hasta mirarle y casi, casi, se puede oler el azahar de los limoneros y naranjos; sin embargo, no lo cambiaría por el de hace un año. Fue un día inolvidable, rodeados de nuestras familias y amigos, algunos llegados desde bastante lejos para acompañarnos en este día tan especial. Hoy no veré esa sonrisa de felicidad que tuvo mi hija desde que se levantó hasta que...bueno, imagino
Blog literario de la escritora María José Moreno