No es la primera vez que digo que cuando comencé a escribir
pensé que llegaría el día en que vería mis novelas en las mesas de novedades de
las librerías. Seguro que en este preciso instante, vuestros labios han dibujado
una sonrisa malvada. Lo sé, no hace falta que me lo digáis, era bastante ilusa y
confiada, pero es que aún no había conocido este mundillo. Luego vino el
rechazo, pocas veces, y la ignorancia, la mayoría, por parte de las editoriales
a las que enviaba mi novela y esto me hizo tomar tierra, o más bien, darme de
bruces con la realidad.
Mi persistencia y las nuevas perspectivas creadas por la
edición digital me llevaron por unos derroteros que, en aquellos momentos, eran
impensables. Por eso ahora puedo afirmar con fuerza, que nunca imaginé llegar a
donde he llegado. No solo por ver mis novelas en las librerías sino porque me
han permitido viajar por toda España para promocionarlas y conocer a mis
lectores. Y con este largo preámbulo llego al meollo de la cuestión que quiero
comentar. Esta entrada va de viajar, de eso que muchos me dicen: «Viajas más
que el baúl de la Piquer».
En efecto, la edición de mis novelas en papel me ha permitido
recorrer parte de nuestra geografía hablando de algo que he creado, mimado,
engalanado para ofrecerla, de la mejor manera posible, a los que gustan del
disfrute de la palabra escrita.
Estos viajes me han enriquecido como escritora y como
persona. De un lado, he conocido personalmente a compañeros y lectores con los
que compartía amistad en las redes sociales y puedo decir bien alto que en persona ganan mucho,
muchísimo. También, personas anónimas me han demostrado su cariño e interés por
mis libros y eso llena... nos os podéis imaginar cuanto, o sí.
Estos viajes están cargados de gente anónima con
la que me he cruzado en estaciones, en el tren y en el autobús, de silencios
meditadores, de siestas, de lecturas, de escrituras y de anécdotas.
Anécdotas y
anécdotas..., no podía ser de otro modo cuando te expones al contacto con el género humano. De entre todas hay una que me
tocó vivir hace pocos días en mi participación en Aragón Negro. Presentábamos
David Lasso y una servidora, La fuerza de Eros, en el FNAC de Zaragoza.
Llegamos temprano y departimos con Juan Bolea en la antesala esperando que
llegara el público. Mi mirada, siempre receptiva a cualquier cosa que se salga
de la normalidad, localizó a un hombre de mediana edad, aspecto bohemio y con
una carpeta en la mano que se paseaba de un lado para otro y que de pronto se
metió en la sala. Con la charla me olvidé de él hasta que entramos y lo vi en la
primera fila. Comenzamos. Mientras David hablaba se contuvo, pero en cuanto yo
tomé la palabra, a las mías le seguían comentarios suyos, al principio musitados
y con el paso de los minutos cada vez más altos. Cuando se desató la hecatombe
fue en el turno de preguntas para el público. Como esperaba, levantó la mano el
primero. En cuanto escuché sus primeras argumentaciones supe que aquello no
iba por buen camino. Me increpó sobre lo que yo había comentado de los
psicópatas, poniendo ejemplos del estilo de que para psicópatas, las fuerzas de seguridad.
Y así, cada vez más crecido llegó el momento en que abrió la carpeta de anillas que llevaba
repleta de papeles, con intención de leerme un supuesto informe psiquiátrico...
Bien, llegado a ese punto, lo interrumpí, le dije que yo no estaba allí como
psiquiatra, que no estaba dispuesta a responder a ninguna de sus preguntas y lo
invité, amablemente, a salir de la sala... Se resistió, pero al final conseguí
que se fuera para que pudiéramos proseguir la presentación.
Me dejó un sabor
amargo que el resto de los asistentes intentó paliar, pero no se me pasó
hasta que tuve la suerte de cenar al lado del actor, Miguel Ángel Muñoz, una hombre
cultísimo, amable, simpático, cordial y muy atractivo... Pero esa anécdota la
dejaremos para otra ocasión.
Me gusta mucho leerte, besoooooooooooooooooooooo
ResponderEliminarGracias, Raquel.
EliminarTomaste las riendas de la situación y terminaste con un incordio absurdo. Al final todo terminó bien y en buena compañia jeje. Un abrazo
ResponderEliminarNo creas, que costó. No estaba por la labor de irse. Gracias por venir a i blog. Besitos
EliminarMe alegra ver que tus esfuerzos han servido para algo y tus viajes hayas conocido personas y personajes hay de todo pero de lo malo tb hay que coger experiencia , y sobre todo saber salir de ellas .
ResponderEliminarUn abrazo.
Es cansado pero merece la penas, a pesar de gente como esa. Un beso y gracias por comentar
EliminarTienes suficientes "tablas" y mucha educación para manejar la situación, aunque no deja de resultar desagradable. Un besazo.
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