La ciudad y sus monstruos Rosaura nació marcada por una caprichosa forma violácea que cubría la mitad de su cara y que hinchaba sus labios hasta hacerlos irreconocibles. Siempre supo que era diferente, no tenía más que mirar a su alrededor, pero no se sintió distinta hasta que un día en el patio del colegio los compañeros entonaron el grito de: ¡Rosaura es un monstruo! ¡Rosaura es un monstruo! Monstruo, monstruo… Persona muy fea que causa espanto . Palabras malditas que resonaban en sus oídos sin poder acallarlas. Sin consuelo corrió buscando refugio en las faldas de su madre; se le abrazó y allí, entre arrullos y caricias, secó sus lágrimas y sus miedos cuando ella con su dulce voz le susurró que era preciosa, y que su mancha la hacía única. No tenía más que observar que en el pueblo no existía nadie como ella. Entre risas y miradas, descaradas unas y esquivas otras, transcurrió su juventud. Recién cumplidos los veinte emprendió la huída hacia la gran ciudad. Deseaba perderse en la