lunes, 28 de enero de 2013

Este jueves un relato: El invierno del mundo







“El invierno del mundo”
“Ken Follet”
“Carla reparó de nuevo en su madre que le observaba con una sonrisita enigmática”...

...Con el transcurrir de los minutos aumentaba su curiosidad. No  comprendía qué hacía allí, sentada alrededor de aquella enorme mesa ovalada rodeada de tantos vejestorios enchaquetados en lugar de estar con sus amigos, precisamente el día que habían planeado ir de excursión a la casa misteriosa abandonada de las afueras. 
Carla disfrutaba con las aventuras, sus lecturas preferidas eran las que tenían que ver con enigmas, en las que el mundo fantástico se entremezclaba con el real, donde los hombres eran juguetes a merced de unas fuerzas superiores, donde siempre había un héroe o heroína que restablecía el orden tras el  caos.
Miró hacia el reloj de cuco que presidia el fondo de la habitación. Las agujas apenas se habían movido. Juró que nunca más se dejaría convencer. Lo que su madre le había contado para llevarla hasta allí de que viviría una enorme aventura era una patraña. Aquello parecía más un velatorio, todos tan serios; o… pensándolo bien parecía más bien la espera a la lectura de un testamento. Eso, efectivamente, de eso tenía pinta.
Carla se movía inquieta en su asiento cuando por la puerta entró un hombre ataviado con una extraña vestimenta y peluca  que se dirigió a la presidencia de la mesa. Con ojos asombrados giró la mirada hacia su madre que le confirmó con una señal de su cabeza de que lo que contemplaba era cierto. Aquel señor era su padre. Fascinada le escuchó decir:
-Yo, Michael de Parfois, brujo de Bargilé, os he convocado aquí para que testifiquéis el juramento de mi hija Carla de Parfois, en su iniciación a la brujería, una vez  que ha cumplido  la edad que marcan las reglas de nuestra Hermandad. Carla, ponte en pie, Carla, ponte en pie…
-Carla, ponte en pie y dinos que significa lo que está escrito en la pizarra. Carla, ponte en pie, ponte en pie… ¡Parece que la señorita Parfois ha volado al reino de los sueños, una vez más! –dijo la señorita Tangus provocando la risa de todos los niños de la clase. 


sábado, 12 de enero de 2013

Música para una tarde de lluvia





MAKE YOU FEEL MY LOVE
ADELE



Cuando la lluvia 
Cae sobre tu cara
Y el mundo entero 
Esté pendiente de ti
Yo podría ofrecerte
Un cálido abrazo 
Para hacerte sentir mi amor

Cuando las sombras de la noche
Y las estrellas aparezcan
Y no haya nadie allí
Para secar tus lágrimas
Te podría abrazar 
Durante un millón de años
Para hacerte sentir mi amor

Sé que todavía no has tomado 
Una desición
Pero yo nunca te haría daño
Lo supe desde el momento en el que nos conocimos
Sin duda, perteneces a mi mente

Pasaría hambre e 
Iría de luto y deprimida
Iría arrastrándome por la calle
No, no hay nada que no haría
Para hacerte sentir mi amor

Las tormentas se desatan en el mar enfurecido
Y por la autopista de la lamentación 
Los vientos de cambio
Soplan salvajes y libres
Tú aun no has visto nada como yo

Yo podría hacerte feliz y
Hacer tus sueños realidad
No hay nada que no hiciera
Iría a los fin del mundo por ti
Para hacerte sentir mi amo

miércoles, 9 de enero de 2013

Este jueves un relato: Mayores


 Mi abuela 


...Mi abuela Mercedes nos servía unos grandes tazones de café con leche para merendar. Mis hermanos y yo peleábamos por la variada bollería, que ella acostumbraba a colocar en un enorme plato redondo de porcelana blanca, y que con sumo cuidado depositaba en el centro de la mesa. Yo siempre escogía una madalena. Disfrutaba viendo como se empapaba del caliente líquido y se hundía en las profundidades del  tazón. A continuación, utilizaba una cuchara grande para extraerla con suavidad a la superficie, y al introducirla en la boca se deshacía provocando una  sinfonía de sabores: huevo, limón, azúcar, leche y el amargo café.
Mi abuela era una mujer inteligente, cordial y afectuosa. Todos los días me llevaba y me recogía de colegio; momento que aprovechaba para interrogarme a fondo sobre lo que me había acontecido a lo largo de la jornada. Unas veces me reprendía y otras me alababa. De esa manera, sin darme cuenta, disciplinó mi comportamiento...


...Tenía seis años la primera vez que en el colegio fabricamos una sorpresa para el día de la madre. Consistía en una postal hecha con cartulina blanca  y decorada con pétalos de rosas. Con letra titubeante escribí la tópica frase: Para la mejor mamá del mundo. Al regresar a casa del colegio, de la mano de mi abuela, la llevaba con mucho cuidado para no estropearla. Nada más cruzar la puerta, corrí hacia la sala donde mamá cosía y tras darle un sonoro beso la obligué a cerrar los ojos. Puse la tarjeta delante de su cara y la apremié para que los abriera de nuevo y contemplara la maravilla que realicé con gran esfuerzo.
            —¡Merceditas, qué bonito te ha quedado! —dijo mi madre sin ni siquiera tocarlo—. ¡Qué pena que tenga alergia a las rosas! Ponlo sobre la chimenea, lejos de mí, porque si no me pondré a estornudar en un periquete.
            No entendí nada. Mi abuela sí. Se acercó, la cogió, la colocó en el sitio que ella dijo y me cogió en brazos llevándome a la cocina donde preparaban la comida, mientras me susurraba al oído los alimentos tan ricos de los que disfrutaríamos ese día...


         De mi  novela La caricia de Tánatos
Más sobre mayores en casa de Gus

miércoles, 2 de enero de 2013

Este jueves un relato: Romances futuristas, fantásticos o metahumanos







Vampirelas

En la soledad de la noche se escuchó un prolongado crujido. Las tapas de los ataúdes se abrieron después de cientos de años. Castigadas por la reina a un prolongado sueño, despertaron las tres vampiras de nuevo a la vida.
Seguían  jóvenes, perfectas, se miraron entre ellas y rieron con ganas. 
-Demasiado tiempo muertas -dijo Casiana.
-Esta vez la Reina se ha pasado -respondió Teriada.
-No me lo puedo creer, tantos años sin chupar nada -dijo Majosia incorporándose como un rayo y saliendo del cubículo-. Venga chicas la noche acaba de empezar y tengo un hambre que me mu-e-ro.

Todas rieron del chiste que acababa de hacer Majosia. Se empolvaron de blanco su níveo rostro, porque eso, junto a las profundas ojeras, eran sus signos distintivos; los que les diferenciaban de los humanos.

La zona estaba desierta. Donde antes había un frondoso bosque y un bonito pueblo, ahora sólo quedaba una seca pradera, sin casas ni nada que se le pareciera. Sólo quedaba en pié el castillo donde ellas habían vegetado su castigo. 

-Lo tenemos crudo. Hoy nos comemos una rosca -sentenció Majosia.
-Tranquilas, niñas, no se olviden de nuestros poderes -les señaló Casiana.

Dicho y hecho. Las tres se proyectaron en el aire y en el mismo instante se detenían al lado de una cabaña a muchos kilómetros de distancia. Al mirar por la ventana descubrieron a un joven atractivo, de pelo negro, levantando pesas, con una camiseta ajustada que marcaba sus músculos.

-¡Oh! Menudo pibón -dijo Teriade-. Fijaros como le sobresale la yugular sobre su bronceada piel.  Está pidiendo a gritos que se la chupemos. Me he enamorado.
-Desde luego, que suerte hemos tenido y con lo fuerte que es tenemos para las tres. Ahora tenemos que decidir quién empezará -dijo Casiana.
-¿Y si hacemos un trío? Será más divertido -anunció Majosia.
-Ja, ja, Ja, si vamos las tres lo que haremos es un cuarteto -dijo riendo Teriade.
-Me gusta la idea. Entremos a la vez y sorprendamos a este espécimen tan perfecto -ordenó Casina mientras se relamía de gusto.

Cinco minutos más tarde, las tres vampiras yacían en el suelo, sin fuerzas. La lucha con aquel humano había sido inhumana. Por más que lo intentaron no pudieron hincarle el colmillo. Extenuadas, moribundas miraban al ser que las había destruido, mientras los rayos de sol entraban por la ventana.

-Quien se iba a imaginar que era un vampiro -dijo Teriade entre estertores.
-¿Y que ha dicho que usaba? No le entendí bien, creo que dijo algo sin sol -musitó Majosía mientras le abandonaba vida.
-Bronceador sin sol, bronceador sin sol, bronceador sin sol, bronceador… -repitió Casiana hasta que se carbonizó.

Más relatos en casa de El Demiurgio


FELIZ AÑO 2024

  7 meses sin escribir en el blog y vuelvo como en años anteriores con deseos de compartir que esta comunicación ocasional no se termine. Ha...