—Yaya, ¿qué piensas? —me pregunta Alberto.
—Que el tiempo vuela.
—¿El tiempo tiene alas como los pájaros y los aviones?
—Bueno, alas, alas, no; pero es capaz de irse de entre
las manos sin darnos cuenta.
—¡Qué pena! Debería tener alas. Sería muy chuli porque
podríamos ir de viaje con él— me dice Alberto que viajar es su pasión.
—Bueno, así visto, igual también podemos viajar en el
tiempo.
—¿Y eso qué es, yaya?
—Puedes ir del presente al pasado, o de presente al
futuro, o del pasado al futuro o...
—Yaya no te entiendo. Yo quiero me digas cómo se puede
viajar en el tiempo.
—¡Vale, cariño! Una forma de viajar en el tiempo es
mediante los libros, en tu caso los cuentos.
Voy hasta la biblioteca y cojo el que le regaló
mi querido amigo y escritor Alfredo Cot y que se titula Viajando con Trip. Nos
sentamos en el sofá y antes de abrirlo toca la portada y señala con el dedito todas
las letras que ya conoce e intenta enlazarlas para formar sílabas.
—Este libro trata de un niño, que se llama Alex y que
junto a su osito,Trip, viaja a distintos países.
—Pero, ¡eso lo que yo quiero! —me dice con los ojos
muy abiertos—. ¿Y podré hacerlo yo con mi osito, Tedy?.
Me rio
—Mejor que vayamos contando lo que le pasa a Alex y a
Trip.
—Vale, yaya. Pero déjame que yo lo tenga.
Lo dejo caer sobre sus manitas que tiene apoyadas en
las piernas y entonces me dice muy serio:
—Yaya, es que no te enteras, con los libros se puede
viajar porque tienen alas. ¿No lo ves? Mira —me dice con una amplia sonrisa mientras
contempla el libro abierto entre sus manos.
—Es verdad. ¿Cómo no se me había ocurrido?
—¿Y este cuento lo has escrito tú, como Pepe Pepino?
—No, Alberto. Este lo ha escrito un amigo que conocí
por Internet y que forma parte del grupo juevero.
—No sé qué es eso.
—¿Quieres que te cuente un cuento muy bonito?
—Sí —dice cerrando el libro—. Luego viajamos. Pero...
mientras me lo cuentas me tumbo y me rascas un poquito la espalda, ¿vale?
—Hace diez años, una serie de personas, unidas por el
amor por la escritura, decidieron formar un grupo. Cada una de ellas tenía un
blog y cada jueves escribían sobre un tema común que a laguno de ellos se le ocurría. De todo esto nació una gran amistad y entonces quisimos conocernos en personas y nos reunimos... —le voy contando mientras introduzco
la mano por debajo de su camiseta y comienzo a acariciarlo.
Alberto me escucha
muy atento y ronronea como un gatito.
¡Esto es vida!
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