jueves, 11 de junio de 2009

El mal desde la banalidad

Desde el funcionario perfeccionista que con su rigidez en los tramites burocráticos impide a un ciudadano que pueda conseguir un objetivo vital; el padre que con sus catálogos de normas basados en códigos ideológicos estrictos empobrece la vida de sus hijos; el marido que antepone dolorosamente las formas al fondo en la vida de la familia, hasta los señores de la muerte de los campos de concentración nazis, todos son productores de mal banal.
En todos ellos, podemos observar que sólo importa el objetivo que se ha de cumplir, el trabajo a realizar, sin valorar si los medios o la forma que se emplea para ello es causante de sufrimiento. Ignoran, porque no perciben, el dolor que causan sus acciones, porque son ciegos a la presencia de la personalidad. “era mi deber, respondía de la misión encomendada, necesario para su educación, cumplía ordenes…”.
¿Qué interpretación tienen estas conductas?
En estos individuos, no existe la percepción del Otro como persona. No se ha internalizado al hijo, al prisionero, a la esposa, o al administrado como seres humanos iguales a el, sino como objetos que transitan en el camino de sus objetivos.
El mal banal no es productor de placer para quien lo produce porque, a diferencia del perverso, no se dirige a los afectados con ese fin o como medio de obtenerlo en él, sino que resulta necesario para conseguir unas metas que nada tienen que ver con ello.
Cuando en Israel, en el proceso que se le había instruido, se le demando a A. Eichmann el porque del exterminio de judíos bajo su dirección, respondió que “cumplía ordenes”, extendiéndose en un relato pormenorizado de los excelentes resultados obtenidos con su personal implicación en la materialización de las ordenes recibidas.
En ningún momento había pensado en las consecuencias de esas órdenes. En las mentes banales, por otro lado absolutamente normales desde la óptica de la responsabilidad, no se es capaz de representarse la licitud moral de las ordenes, de los valores ideológicos o de las normas, cuando a la postre es el único indicativo valido para evaluar la conducta que pretende ejecutar.

6 comentarios:

  1. Esta clase de maldad es de las que siempre encuentran una justificacion. Utilsaberla pero dificil de acusar

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  2. La justificacion es "precisamente" lo que hay que desmontar con argumentos que hagan patente que el objetivo perseguido, siempre, es menos importante que el daño que se esta causando.
    La obediencia debida, el trabajo a ejecutar....no resiste el aforismo de Kant de "haz con los demas lo que te gustaria hicieran contigo"

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  3. maria josé moreno12 de junio de 2009, 19:42

    Yo siempre he encontrado muy difícil establecer el límite entre aquellos comportamientos que son fruto de la maldad en general y aquellos otros, que desde fuera también son visto e interpretados como comportamientos malvados pero no lo son ¿existiría alguna clave para diferenciarlos?
    Creo que ese hecho es clave para poder seguir hablando de este tema

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  4. ¿Cuales son los que se ven y no lo son?. Solo los que, en las explicaciones dadas, el daño causado es involuntario y esta regido por el respeto hacia la integridad de los demas.
    La conducta banal tiene una caracteristica esncial y es que se actua e interactua con los emas sin "Empatia"

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  5. Si la diferencia es la falta de empatia, ¿Realmente existe el mal banal?. ¿Puede alguien actuar, tomar decisiones, ordenar o regir las conductas de los demas sin un minimo de interiorizacion de sus acciones y consecuencias?.
    La justificacion de las consecuencias de los actos solo seria valida caso de ser profundamente sincera en la creencia de su necesidad

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  6. Es que la falta de empatia es, precisamente, lo que señalas "no ponerse en el lugar de Otro", no preocuparse, por ceguera emocional, de lo que otros sienten.
    El Mal es o banal o perverso. Lo demas es daño involuntario, pero no mal.

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