domingo, 2 de noviembre de 2014

El día de los difuntos




Morir y vivir son dos conceptos antagónicos pero complementarios. No es difícil pensar en la muerte sino es desde la vida y al ocuparnos de la vida se nos posiciona la muerte como algo que nos espera, esa meta a la que todos vamos a llegar un día u otro. 

Por fuera de lo puramente fisiológico, que contempla la detención de todas la actividad corporal, la muerte conlleva un significado de trascendencia ligado a lo personal, sin dejar de ser una construcción social tan diversa como sociedades y culturas hay.

La muerte es una existencia que se prolonga, una metáfora de la vida, una imagen, un sueño... dicen diferentes autores. Y también se refieren a la línea divisoria entre la vida y la muerte, relacionada directamente con espacios sagrados, con los oficiantes, con los objetos que se utilizan y en especial con los ritos, con las ceremonias, con los procedimientos estereotipados cuyo único fin es el cambio, la transformación, la regeneración humana. Conductas que a su vez asustan más que la propia muerte.

Si existe un testimonio princeps de la muerte son, sin lugar a duda, los cementerios, las sepulturas, lo que se denominan espacios geográficos de la muerte. Como dice Defontaine, «la geografía religiosa, los espacios dedicados a los muertos son, sin duda, la geografía más específicamente humana».

Del mismo modo los funerales son un rito de paso de la vida a la muerte. Un punto de conexión entre los dos mundos el de los vivos y el de los muertos. 

Los antepasados familiares se erigen como garantes del orden entre los vivos, como sentencia François Mauriac: «La muerte no nos roba los seres amados. Al contrario, nos los guarda y los inmortaliza en el recuerdo. La vida sí que nos los roba, muchas veces y definitivamente». El eje principal es la continuidad cultural, una continuidad cultural que convierte a los antepasados en seres divinos, en guardianes del orden del universo. De ahí la relación entre muerte, mito y rito que celebramos sin darnos cuenta en estos días en función de que escojamos una tradición céltica o una tradición cristiana. 

De una u otra manera es el momento de recordar y honrar a los que han muerto, aquellos que han formado parte de nosotros y los siguen formando, aquellos con los que anhelamos, no sabemos cómo, un futuro reencuentro.


8 comentarios:

  1. Es la culturización y el mejor manejo sublimado de algo que es intrigante, inevitable, y temible. Muchos desean dejar abierta la posibilidad de algo más allá de la muerte e incluso del poder volver.

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    1. Por supuesto Alexander por eso he hecho hincapié en su construcción social-cultural propia de nuestra especia y que nos diferencia en creencias en mitos y ritos

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    2. Olvidé darte las gracias por comentar ;-)

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  2. Muy buena reflxión Ma José. La muerte es la continuación de la vida, o no. Sólo lo sabremos cuando nos llegue a nosotros. Yo creo que hay que hablar de ella, no como un tabú sino como algo tan normal como nuestro nacimiento. Nacemos para morir, esa es la pura verdad.
    Un abrazo

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    1. Así es Carmen no sabemos qué pasará en el más allá. Lo de aquí lo tenemos bastante claro. :)

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  3. Diferentes forma de entender la muerte según las diferentes culturas. Creo que la nuestra no nos prepara para enfrentarla, pero es algo natural que llega cuando menos se la espera. Me gustó leer tu reflexión.
    Un abrazo.

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  4. Lo negativo de este día es el negocio que lleva detrás. Como cualquier día señalado por convenio social. Todos los días pueden ser y de hecho lo son aunque no nos toque de cerca, día de muchos difuntos.

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  5. Mañana viviré esa tradición de la que hablas, hoy ha muerto un compañero de trabajo.Nunca he sentido esas tradiciones funerarias, pero las respeto y en cierto modo me fascinan. Por eso me ha interesado lo que has aportado sobre el asunto y me parece fantástica la frase de Mauriac que citas.
    Besos, amiga.

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