El azar hizo que aquella tarde la visitara su prima
Alice, a la que no veía desde hacía bastante años. Tras ponerse al día de lo acontecido en sus vidas decidieron hacer algo interesante con idea de
pasarlo bien y celebrar el reencuentro.
En el periódico encontraron el anuncio de una feria
que habían ubicado a las afueras de la ciudad. Entre risas y cotilleos subieron
al coche. Nada más llegar, Alice vio una atracción que llamó su
atención: La máquina del tiempo.
Sofía, partida de la risa, se dejó convencer por su
prima para entrar. Entre las sombras distinguió una extraña máquina de bellos
colores, iluminada por una potente luz que caía del techo, que podía albergar a
un pasajero. Se dirigió hacia dentro hasta que un hombre de edad indefinida, pero
con muchas arrugas en su rostro, la detuvo:
—Donde quiere ir señorita, hacia atrás o hacia
delante.
No lo había pensado. Miró a su alrededor, se fijó en un
cartel muy bonito de otra feria en la había una gran noria en primer plano y
difuminado en el fondo la carpa de un circo, también destacaba una fecha: 1954, precisamente
la de su nacimiento
—Quiero ir a ese año, 1954 —dijo señalando el cártel.
—¿Estás segura?
—Sí —dijo divertida mirando a su prima.
Entró en la máquina, incrédula de que aquello
funcionara. El hombre la tapó con una cúpula de cristal. Cerró los ojos y un
ruido ensordecedor se apoderó de la estancia.
Apareció en la habitación de un motel. Una joven que
le recordaba a las fotografías de su madre cuando era joven, retozaba en la cama
con un hombre. Se ocultó tras la cortina para no ser descubierta. Sabía que había
llegado al momento de su concepción. Su madre siempre le había dicho que había
sido concebida en un motel, en una noche loca de amor. Y aquella parecía serlo.
La pareja entre gemidos y suspiros llegó al clímax.
Su padre, hasta ese momento vuelto de espaldas, se
giró para coger un cigarrillo del paquete que había en la mesita de noche y,
entonces, pudo comprobar que su padre no era su padre, sino su tío, el padre de
Alice. El grito que escapó de su garganta fue callado por ensordecedor ruido; cuando abrió los ojos
estaba en la carpa y el hombre le decía:
—“A los curiosos los disgustos suelen venirle a granel. La curiosidad empieza, nos domina y una vez satisfecha, ya no queda de ella siquiera el placer, pero quedan sus peligros que has de evitar por tu bien”
—“A los curiosos los disgustos suelen venirle a granel. La curiosidad empieza, nos domina y una vez satisfecha, ya no queda de ella siquiera el placer, pero quedan sus peligros que has de evitar por tu bien”
Muy bien, María José. Parece no ser conveniente, en algunos casos, hurgar en asuntos del pasado, que pueden modificar el presente. La novela que tengo entre manos, va de algo así, pero al revés. Es decir, de un pasado conocido, hacer lo posible para que no contamine el presente.
ResponderEliminarEspectacular y sorpresivo relato, con un final de bomba. El pasado es historia, de no saber nada acerca de nuestras vidas es mejor dejarlo sin saber, ya que podría alterar nuestro presente.
ResponderEliminarBesos
Mala elección para iniciarse en eso de recorrer el tiempo!
ResponderEliminar=)
No creo que a esta joven le apetezca volver a viajar en el tiempo, porque la curiosidad le dio la sorpresa de su vida. La cuestión es si ese conocimiento lo compartirá con Alice...
ResponderEliminarUn abrazo
Disiento con los comentarios anteriores. Es una verdad que debía saber, tenía derecho a eso, aunque no le guste. Pero es sobre su origen, tenía que saberlo. Tal vez eso explique su afinidad con Alice, siendo su hermana.
ResponderEliminarSi hay peligros, tendrá más recursos para evitarlos.
Vaya chasco, y es que a veces es mejor dejar que las cosas pasen sin preguntar el por qué.
ResponderEliminarLa curiosidad mató al gato.
Muy divertido
Un abrazo
Indistintamente de cúal sea la visión el viaje merece la pena, parece divertido pasearte por tu pasado, que también es el de los demás.
ResponderEliminarMe gustó la historia, final correcto para provocar cierta polémica... eso está bien.
Besos
El relato nos muestra que en este caso, saber la verdad la pone en la disyuntiva de contárselo a su prima o no? Y eso me deja pensando si sería bueno saber cosas del pasado o mejor ignorarlas por nuestro bien y el de los demás… Que difícil elección.
ResponderEliminarMuy bueno, Maria Jose!!!!
Cariños…
Felicidades, María José:
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu relato.
Ésta es la primera vez que he leído uno de tus textos; y su lectura, más bien relectura, me ha atrapado.
Estoy empezando a adentrarme en la lectura/escritura de relatos, por lo que creo que la lectura de tu blog va a cumplir una función mayéutica.
Muchas gracias desde la distancia, María José.
Me he encantado. Buenísimo.
ResponderEliminarInvestigar el pasado a veces nos rompe la vida. Atracción de feria que nos para de golpe el tiempo de las verdades.
ResponderEliminarUn beso
Uuuufff!!!
ResponderEliminarvaya historia que me dejo sin palabras
¡muy bueno María José! hubiera sido mejor no dejarse llevar por la curiosidad, como en algunos casos sucede..... ¡saludos! ¡bien por tu coordinación y tema elegido!
ResponderEliminarPobre! con lo contenta que estaba y fijate que sustazo, ahora dos padres, pero bueno la curiosidad se paga de una u otra forma, esta la dejo de piedra.
ResponderEliminarBesos.
Me has llevado muy bien por ese viaje peligroso, que es casi tan peligrosomo como escuchar detrás una cortina... Podemos enterarnos de cosas que no nos guste saber...
ResponderEliminarUn beso grande y a pasarlo bonito.
Nos mata la curiosidad, somos así y no podemos remediarlo.
ResponderEliminarMás vale creer lo que nos cuentan.
Besos
Precioso, María José !!
ResponderEliminarCreo que mejor quedarse paladeando el presente !!
Besos.