El calor y la locura
Raúl
sentía debilidad por los contrarios. El blanco y el negro, lo bueno y lo malo,
lo dulce y lo salado, alegre y triste, frío y calor… constituían una dulce
melodía que su cabeza rumiaba sin parar.
Raúl
hacía siempre lo contrario de lo que le decían. Siempre la negativa por
delante, el no tajante que le transformaba en un espíritu libre, al margen de
las normas que le imponía una sociedad a
la que no pertenecía, en un mundo que no era el suyo. El suyo era
extraordinario, omnipotente, delirante.
Raúl vivía en un palacio de hielo pero la realidad
alcanzaba los cincuenta grados. Enfundado en un grueso abrigo, con un gorro de
lana calado hasta las orejas, guantes y bufanda, vagaba por las solitarias
calles en las horas de más calor. Mantenía un diálogo imaginario con una señora
vestida de blanco que portaba un rayo de sol y que quería ser recibida en
palacio. Raúl sabía que si entraba terminaría destruyendo su mundo, por lo que
intentó alejarlo con explicaciones, con manotazos y por último, echó a correr
para que no le alcanzara.
A la
caída de la tarde una pareja de ancianos, que paseaba a un chucho gordito, le
encontró en el borde de una fuente casi seca, deshidratado y moribundo. Con un tenue hilo de voz le escucharon musitar
sus últimas palabras: Que no me pongan la inyección...
Me ha dado ternura este loco de calor, ademas un lindo en libertad con su palacio imaginado. Aunque tiene un precio caro los incomprendidos ante el miedo que lo vuelvan a medicar...
ResponderEliminarUn abrazo.
Cuando uno pierde la cordura, pueden pasar cosas como las que explicas, vivir en un mundo imaginario hace que la realidad choque con nosotros aunque no queramos y al final en el extremo más extremo nos mata.
ResponderEliminarPobre loco.
Un abrazo
Se retoba la gente frente a agujas...
ResponderEliminarAcabo de colgar mi partipación de este jueves. luego os comento que ahora tengo mucho calor.
ResponderEliminarUn besito.
No, no estaba loco, su mundo interior, ese que los demás no vemos, querían destruirlo, esa Dama blanca como bruja mala imaginaria quería entrar en su palacio de hielo y derretirlo con un rayo de sol, ¿cómo no uhir de ella?, y ella, hada buena en realidad, ¿cómo no iba a intentar protegerlo de sus propios sueños?, otro contrario que él debería haber podido apreciar y amar para salvar su vida... pero a costa de sus sueños?... interesante relato nos traes, me ha encantado...miles de besossssssssssssss
ResponderEliminarEmpeñarse en los contrarios le convirtió en loco distinto, siempre se echa mano de la terápia para regresar a la "verdad", a los extraños tozudos.
ResponderEliminarUn cuento que seduce, entristece, penetra e inquieta.
Besitos cálidos dulce convocante.
Mente calenturienta...nunca sabremos si los locos son otros o nosotros.
ResponderEliminarLa relatividad de la cordura,se creó su propia vida con la señora del palacio de cristal y todo por esa necesidad de llevar la contraria. Somos así...
ResponderEliminarBesitos cálidos.
Los delirios de esas mentes libres, tan distantes, tan creativas, a veces tan incomprensibles para nosotros, racionales de a pie...
ResponderEliminarUn abrazo!
Una vez escuché decir que algunos locos (algunos), estando en su celda, observan a los presos cuerdos tras los barrotes. Pero no sé si será verdad.
ResponderEliminarSaludos
Dónde está el mundo cuerdo? Cada cual carga su locura o su cordura, medir una cosa u otra, a veces parece demasiado arbitrario; tendríamos que pensar en satisfacción, felicidad, ser como se es y aceptarnos tal cual somos,(siempre y cuando no se dañe a nadie). Pero la verdad es otra, y Raúl no tiene muchas alternativas más que adaptarse a lo que los demás esperan de él. En su lugar, también rechazaría esa inyección!
ResponderEliminarBesitos al vuelo!
Gaby*
Que final tan triste para una vida vivida en la irrealidad.
ResponderEliminarUn abrazo.
Convivir con la conciencia no es tan sencillo: precisas poseer un conocimiento sobre uno/a mismo, los demás, la sociedad exacto y real... algo complicado, puesto que se presupone la capacidad de distinguir el bien del mal, para más tarde poder juzgar; me quedo del lado de Raúl.
ResponderEliminarUn texto muy bueno.
Un saludo
Coincido con san,una historia con un triste final...
ResponderEliminarNos empeñamos en que los que son distintos están locos, hay que devolverles la cordura medicándolos, todo para que vuelvan al redil de los cuerdos. ¿Por qué necesitamos que nadie se salga de los caminos que tenemos marcados?. Por miedo a que se invadan nuestras tranquilas rutinas, esas que nos hacen creer que estamos en posesión de la verdad absoluta.
ResponderEliminarUn beso.
Leonor.
Me acorde de la canción de Cortes (Castillos en el aire) leyendo tu texto. Un loco que cae simpático leyendo el texto, apena ese final triste; ojalá la ayuda llegue a tiempo.
ResponderEliminarEl calor vuelve loco a mas de uno y me incluyo, cuando la temperatura trepa implacable y bate sus propios records (esos 51º que alguien subió a Jueveros, Dios!) ... uno ya no se hace responsable de sus actos.
un beso
Un relato fantástico desde el princio hasta el final, genio y figura hasta en el delirio, y ese calor que nos vuelve locos a todos.
ResponderEliminarBESITOS.
Al margen de los cánones aceptados como normales, se instala lo distinto. No sé si locura, pero si inadaptación, como el personaje de tu relato, siempre a contramano, amante de los contrarios, que llevado por su insensatez, muere al pie de una fuente casi seca en plena canícula, con ropa de invierno crudo y deshidratado. Tal vez los locos seamos el resto de los mortales, pero somos mayoría con unos códigos más o menos aceptados por la totalidad, lo que nos convierte en los "normales".
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Hay que ver cuál era su realidad, quizás en su castillo de hielo lo alcanzaba la felicidad que buscaba.
ResponderEliminarExcelente relato, me dejó pensando en esos mundos que nos creamos para poder tolerar las realidades.
Un besote.
A ese Raúl, (y a otro muy especial, aunque no tan loco... :))también) lo quiero, me enternece, me llega al alma y enloquece mi mente, para volar dentro de un mundo interior que a veces es más grande que el propio mundo.
ResponderEliminarTu relato simplemente: ME ENCANTó)
Siempre se ve a estos personajes a los que les falla el termostato, dan real ternura, por otra parte Raul se salió con la suya!
ResponderEliminarTe comento que me acabo de dar cuenta que no me enlazaste, en la lista donde dice Ceci esta el enlace de Cecy (del blog la luna simona y yo), eso nada más
Besito Ma. José
¿Y por qué este relato me hace pensar en el respeto a la subjetividad? No sé por qué, siento respeto por Raúl y sus circunstancias.
ResponderEliminarBesos.