Acabo de hablar con mi sobrina preferida... ¿Que pasa? Si los padres tienen un hijo/a preferido/a por qué las titas solteras no íbamos a tener un sobrino/a preferido/a; claro que lo tenemos, y en mi caso coincide con la primera que nació, Lucía, la hija de mi hermana mayor. A lo que iba, me telefonea para invitarme a ir con ella y sus cuatro niños a la cabalgata de los Reyes Magos. Según sus planes, después me quedaré a dormir en su casa para estar al día siguiente cuando los niños abran los regalos.
Como voy a decirle que no cuando con voz melosa me susurra: «te llamo, tita, porque sé que te gusta compartir esos momentos con nosotros». Ante eso, me sentí incapaz de comunicarle que ya tenía planes, en concreto, quedarme en casa en pijama y pasarme toda la tarde viendo series de televisión. Así que imité un poco su voz y respondí: «por supuesto, Lucía, estaba esperando tu llamada».
Tras colgar, suspiré profundamente y reconocí que es un día muy especial y pensé en las caritas de ilusión a los niños.
Siempre me he preguntado dónde reside la magia de ese día y aún me lo cuestiono, porque no sé muy bien como sucede el proceso. Lo que si tengo claro es que durante una tarde, la del día de la cabalgata, y una mañana, la del seis de enero, los niños sufren una auténtica transformación que ya la quisieran «Los Transformer» de las películas. De pronto, las caritas demoníacas, con las que nos asustan los 365 días —o 366 si es bisiesto—del año, se convierten en angelicales, la desobediencia en obediencia y a veces hasta en sumisión, el mal humor en exceso de alegría, la mala contestación en dulzura, la ignorancia en solicitud...; lo que decía, una transformación de cabo a rabo.
Todavía cuando vivíamos malos tiempo en los que no teníamos juguetes, ni regalos frecuentes, ni nada de nada, cabía esperar que nos entusiasmara este día de Reyes porque suponía recibir, por una vez en el año, aquello que de verdad anhelabas. Bueno..., eso tampoco era tal cual. No siempre se recibía lo que se quería. No es por señalar, pero yo tengo atravesados algunos regalos de aquellos tiempos que inexplicablemente me trajeron los sabios de Oriente y que yo no había solicitado o por lo menos ese el recuerdo que tengo, aunque tampoco hay que fiarse de los recuerdos porque nuestros inconsciente es muy traicionero. En concreto y para no liarme, recuerdo que un año pedí a los Magos de Oriente una muñeca con pelo largo, largo y rubio; imaginaros mi sorpresa cuando recibí una muñeca negra de pelo oscuro rizado y corto. Eso sí, era la muñeca del momento, se llamaba Cachita. Preciosa, de nariz chata, ojos y piel negra, pero a la que no podía peinar y que para colmo solo venía vestida con unas braguitas y pequeño pañuelo anudado al pecho de color rojo; o sea, ni peinar, ni cambiar de ropa. Estoy segura que sus Majestades lo hicieron por mejor, pero para mí fue una tremenda frustración. Y hablando de frustración, esa creo que es la responsable de que una vez que los angelicales niños, de los que hablaba antes, se vuelvan a convertir en los seres que realmente son: crueles, despiadados, envidiosos, celosos... De repente, sin mediar palabra alguna, vuelven a transformarse. ¿Os habéis parado a pensar por qué ocurre? Muy fácil, porque nunca atinamos o casi nunca con los que ellos realmente han fantaseado en su cabeza que van a recibir.
Seamos sensatos, la labor de sus majestades es ardua. Durante dos meses los niños se han dedicado a señalar, poner marcas, redondear, aquello que quieren en la incontables páginas del catálogo del Corte Inglés. Catálogo que cada año es más gordo, hasta el punto que me recuerda a la Encclopedia en la que estudié para hacer el ingreso en bachillerato. Bueno, a lo que iba que me despisto, los niños han señalado en todas la páginas, en TODAS, y ellos, los pobres Reyes, deben de ir adivinando que es lo que realmente quieren de entre todo lo marcado. Si nos ponemos chulos podemos decir que como son Magos, esa es su obligación; lo malo es que con el paso de los años la bola de cristal debe estar bastante opaca y el resultado de eso es que casi nunca aciertan con los que ellos quería y entonces ocurre la DEBACLE.
El angelito se contorsiona, patalea, chilla, no encuentra consuelo y menos cuando ve que con su hermano/a los Reyes sí han acertado, cosa que suele ocurrir. Entonces le entra una furia que puede concluir en una lucha fratricida con tal de que el que es feliz llegue a ser tan infeliz como él o ella porque en esto no hay género ni sexo.
¿Y yo por qué me doy cuenta de esto y los padres no? Por que yo no tengo hijos y soy más objetiva. Los padres, azorados por no haber transmitido bien a los Reyes Magos los intereses de su vástago intentan consolar, aliviar la tensión, incluso se cupalbilizan en silencio, mientras yo observo ese familiar momento impávida pero agradecida de no tener hijos, aunque fastidiada porque en mí se haya cumplido el refrán de que: «A quién Dios no le da hijos, el diablo le da sobrinos»
Con los pelos de punta tras rememorar la mañana de Reyes del año pasado, llamo a Lucía y le comunico, con voz quejumbrosa, que me ha dado un tirón la espalda y que la ciática amenaza con apoderarse de mí, que lo mejor es que me quede a resguardo en casa con la mantita eléctrica.
Tumbada en el sofá, evoco esa cabalgata tan estupenda que me voy a perder, con esos Magos/as lanzando caramelos a diestro y siniestro y con bastante mala idea, esos pastores cantando villancicos o más bien desafinando, esos personajes de las películas de Disney que nunca he sabido por qué acompañan a los Magos de Oriente y esos padres enfervecidos por la ilusión que son capaces de matarte por coger un caramelo y que luego, con suerte, te destrozará una muela y tendrás que gastarte un buen dinero en el dentista...
Enciendo la televisión, busco hasta dar con lo que quiero ver, me acurruco bajo la manta y me dejo llevar... Uffff, la verdad, es que no sé si podré pasar sin esos ratos tan buenos y familiares ;-)
Bueno, llevas mucha psicología en tus palabras pero, sin que suene mal lo que te diré, creo que debo decir algo en favor de nosotros los padres y también abuelos... Nosotros somos parte de un experimento donde aprendemos por ensayo y error... Cada error nos va dando algo mas de luz en lo que debemos hacer los próximos años...pero siempre esta el factor dinero que nos hace distribuir lo que se tiene entre todos los hijos..yo ya he sobrevivido 3 hijos y 5 nietos y estoy en la etapa de hacerles creer en el niño Jesús porque no se celebra Reyes.. Creo que lo importante no es el regalo en si, sino la fantasía que les logramos regalar por un tiempo y que recordarán con alegría al tener sus hijos.. Me ha gustado mucho como has expuesto este tema, aunque si viviera cerca de ti te levantaría del sofá y te acompañaría a disfrutar con tus sobrinos de esas fechas... Besos y feliz día de Reyes
ResponderEliminarja, ja, ja estas son las palabras de Berta una mujer de cincuenta y tantosss, soltera y a la que le gustan narrar sus anécdotas de manera exagerada. Yo no tengo nada que ver con ella, yo disfruto del dia de Reyes y me encanta ver la carita de ilusión de los niños y estoy deseando de que mi nieto sea mayor para ir con él ;-) Gracias por dejarme tu comentario
EliminarA mí lo que me gusta es la transformación que sufren las personas normales en la cabalgata. Esas sí que son dignas de estudio. No me extraña que a Berta le de un ataque de ciática.
ResponderEliminarBesos
Esa también es una buena transformación jajaja
Eliminarme ha maravillado como escribes
ResponderEliminarte dejo mi huella
Que bueno!!!
ResponderEliminarYo también tuve una cachita y mi hermana el cachito, pero las habíamos pedido en nuestra carta 😉
Que bueno!!!
ResponderEliminarYo también tuve una cachita y mi hermana el cachito, pero las habíamos pedido en nuestra carta 😉