viernes, 7 de noviembre de 2014

Este jueves un relato: El ABC de la Dimensión Desconocida







En la sexta dimensión

Aquel hombre llegaba por la mañana, siempre a la misma hora, y se situaba en la esquina de la calle donde transcurrió mi infancia y juventud. Cuando pasaba la gente alargaba su mano y pedía para poder comer. Aparentaba una edad avanzada, o por lo menos así me lo parecía a mí, una mocosa que no levantaba un palmo del suelo. Era alto y delgado. El cabello corto y del color de la ceniza. Lo que a mis ojos de niña llamaba más la atención de aquella persona tenía que ver con su aspecto. Pulcro y aseado, se diferenciaba del resto de los pobres que inundaban las calles de mi ciudad. Ahora que lo pienso, no parecía un pobre al uso: vestía un limpio, aunque remendado traje gris; una camisa blanca que parecía transparente de tantos lavados con el botón del cuello abrochado, comprimiéndole la nuez de estrecho que le quedaba. Una boina negra que calaba hasta los ojos le protegía la cabeza del frío. Cuando mamá lo veía, se aprestaba a abrir su bolso negro y sacaba un pequeño monedero de plástico marrón del que extraía una moneda para depositarla en su mano.
—Gracias, señora y compañía —decía a la vez que nos ofrecía hacía una especie de reverencia mientras se quitaba la boina—. Que Dios les bendiga.
Mi madre le sonreía y, al instante, volvía a cogerme fuerte de la mano para seguir nuestro camino. Yo, siempre giraba la cabeza y le contemplaba sin que él lo supiera,  observaba su gesto adusto, su mirada triste y a veces un par de lágrimas rodando por sus afeitadas mejillas.
—Mamá. ¿Por qué siempre le das dinero a ese hombre?
—Porque lo necesita.
—¿Es pobre?
—Muy pobre.
—Pero hay muchos como él. ¿Por qué siempre le das dinero al mismo?
—Por qué es mi pobre —decía mirándome con una sonrisa en su labios.
Con ello terminaba la conversación, pero yo cavilaba sin entender ese sentido posesivo que ella tenía sobre aquel hombre pedigüeño y deseaba ser mayor para tener un pobre propio, al que dar una moneda diaria. Cuando mi madre enfermó y supo que su fin estaba próximo, me encomendó que no olvidara dar una moneda a su pobre. Se lo prometí. En su lecho de muerte, tuvo un recuerdo para aquel ser, y como si hubiera sido una herencia, me hizo depositaria de la obligación diaria para con aquella persona.
Una vez transcurridos los dolorosos días del entierro, pésames, misas…, etc. me dispuse a cumplir mi promesa. Daban las diez de la mañana cuando salí a la calle a buscarlo. Aquella era la hora en que habitualmente se apostaba en el chaflán que hacía la última casa. El viento me dio en la cara y casi me impidió abrir el paraguas. Sujetándolo para que no se me volviera me encaminé hacia él. Divisaba una figura al fondo tergiversada por la manta de agua que caía. Cuando llegué, me sobresaltó encontrarme a una mujer. Aterida de frío y empapada.
—Buenos días —dije cuando me repuse de la sorpresa.
Buscaba a un hombre que se ponía en este lugar todas las mañanas.
—Nunca más vendrá —me dijo sonriendo.
Sentí un escalofrío que atribuí al desapacible tiempo que hacía.
—¿Cómo? ¿Le ha sucedido algo?
—Se marchó al cielo.
—¿Al cielo? —repetí—. ¿Cuándo?
—Hace diez días.
En aquel instante tomé conciencia de que mi madre había fallecido también hacía diez días. Y entonces descubrí lo que ella siempre supo. Su pobre era su ángel, que la esperaba para acompañarla al cielo.
—¿Se encuentra bien? —me preguntó aquella poco convencional pedigüeña.
—Sí —respondí sin ser cierto.
—Tome —le dije dándole la moneda— y métase en el portal o cogerá una pulmonía.
—Gracias, señorita. Que Dios la bendiga. Pero este es mi sitio. Aquí he de permanecer hasta que se me ordene lo contrario. No se preocupe por mí. Soy fuerte.
—Como quiera —dije resignada, antes de darle la espalda y dirigirme de nuevo a casa.
—¿Vendrá mañana? —oí que me preguntaba.

—Seguro. Nos veremos todos los días. Me sonreía de una manera especial y lo supe, aquella sería mi pobre, y estaría allí velando por mí hasta que me acompañara a mi reposo infinito.

Más relatos sobre la dimensión desconocida en el blog de Yessy kan
(Reedición revisada y corregidas)

24 comentarios:

  1. Preciosa historia Ma José. nunca se sabe lo que nos depara el más allá, puede ser que tengamos nuestro angel de la guarda y nos espere en nuestra última morada. Está muy bien como describes los personajes.
    Un abrazo

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    1. Nos movemos en los límites de las dimensiones conocidas. Todo es posible. Gracias

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  2. Original historia. Incluso me recuerda algunas de La Dimensión desconocida.

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    1. Yo no había visto ningún capítulo de esa serie y el otro día vi uno en youtube, la verdad es que estaban bastante bien. Gracias

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  3. una historia tierna que enlaza destinos en forma que quizás no siempre comprendemos.
    =)

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    1. Hay tanto que no comprendemos que es apabullante. Gracias Mónica por comentar.

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  4. Es una historia preciosa, me ha conmovido!
    Un beso

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    1. Gracias Charo, todo lo que toca lo sobredimensional también forma parte de la dimensión desconocida.

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  5. Creer en los ángeles...esa dimensión desconocida. Que ternura y a la vez que desasosiego.
    Un besazo

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    1. En realidad hay ángeles también en nuestra dimensión y se puede constatar día a día. Gracias Rosa

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  6. Me gustó tu relato, y de hecho pienso que todos tenemos un ángel personal. Una tierna y conmovedora historia.

    Un beso!

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    1. Eso me gusta pensar, que un ángel está a mi lado velando por mí. Un beso y gracias

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  7. Tu relato presenta esa cuota solidaria y de confianza, un toque de afecto venido desde una dimensión lejana. Siento que en el fondo, a todos nos gustaría saber que un ángel vive en esta tierra, por y para nosotros. Un enfoque diferente. Me ha gustado!
    Besos!
    Gaby*

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    1. En efecto, Gaby. Creo que he plasmado un deseo, mi deseo en esa dimensión desconocida. Gracias por venir.

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  8. Un relato que llega al alma, a pesar de la tristeza de una pérdida que se lee en tus letras, hay un halo de luz a través de esos ángeles que esperan para dar paz y guía a quienes fallecen.
    Me deja una sensación preciosa esta historia!
    Un beso.

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    1. Me place que te vayas con buen sabor de boca tras la lectura. de eso se trataba. Deseo para ti esa paz tan necesaria, sea obtenida por el modo que sea. Un beso y gracias

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  9. Una trama maravillosa, conmovedora. Una dimensión reflexiva, sobre los nexos que unen las leyes naturales de la vida. Como el caso de tu protagonista, su 'pobre’ era su angel.
    Besos y gracias por acompañarme.

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  10. Gracias Yessy por tus palabras y felicidades por tu excelente conducción. Un beso

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  11. Preciosa historia que me recuerda algunas de las historias sobre el Angel de la Guarda que me contaba mi abuela. La sensación que me dejaba de nunca estar solo, de sentir esa protección especial ha conseguido que de nuevo regrese a mi infancia.
    Me encantó María José.

    Un abrazo

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  12. Hubo un tiempo en que creí en ángeles y en otras muchas cosas. Ahora ya no, María José. No obstante, la historia es preciosa y desde un punto de vista estrictamente literario, me ha encantado.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Lo sé Pepe, aunque como decía antes a no sé quien también hay ángeles a nuestro lado de carne y hueso ;-)

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  13. Bueno y quien nos puede decir si las cosas son como las cuentas o no? La otra dimensión está ahí ... Preciosa y tierna historia.
    Besos.

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  14. Un relato lleno de ternura y esperanza, ¡ Ojalá fuese verdad que todos tenemos un ángel ! Me gusta pensar que es así...Aunque algunos ángeles no tengan alas.
    Besos y disculpa el retraso, no consigo terminar de leer a tiempo.

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