En diciembre de 2012 saltó la noticia de que un grupo de genetistas estadounidenses, planeaban analizar el ADN de Adam Lanza, autor de la masacre de Connecticut, para descubrir si había alguna mutación en su cadena genética que explicara su comportamiento agresivo. Sería el primer estudio científico en un asesino de masas. Hasta el momento no se han publicado resultados al respecto.
En los años 60 se vinculó a los llamados superhombres, cuya fórmula cromosómica es XYY, y que parecía era bastante frecuente entre los internos de las cárceles que habían cometido actos violentos. Según esto, quién posea XYY tiene seis veces más posibilidad de ser violento.
Más cercano a nosotros surgió la teoría del Gen del Mal, también llamado el Gen del Guerrero, por el estudio de los indígenas maoríes de Nueva Zelanda, llevado a cabo por el Dr. Rod Lea y que justificaría el comportamiento violento de determinadas personas.
Está relacionado con la Monoaminooxidaxa (MAO). Los genes que codifican las MAO A y B están localizados uno al lado del otro en el brazo corto del cromosoma X (femenino) por lo que los hombres sólo tienen una copia de la misma, por tanto, su comportamiento se ven más afectados por la variante que heredaron.
La MAO sirve para degradar neurotransmisores como la serotonina, la
epinefrina (adrenalina) y la dopamina. Si su nivel es bajo, el cerebro
queda saturado de neuroquímicos de una manera que induce a la agresividad o la impulsividad. Esto fue detectado en hombres con conducta antisocial pero sólo en un contexto de maltrato previo y eran propensos a la violencia.
Es esto lo que se alega para apoyar directamente la idea de que la susceptibilidad genética a las enfermedades no está determinada por nacimiento, pero varía con la exposición a las influencias ambientales.
Para quién quiera informarse en profundidad puede leer este artículo de Rosa MacDermott (2008) que vincula la baja actividad de MAOA con evidencias de influencia genética sobre la agresión y el comportamiento de los llamados " castigadores altruistas ", por el bien de la sociedad y la justicia, aunque sea costoso y no personalmente beneficioso.
Si esto fuera así, si el Mal está en nuestro genes plantea una preocupante pregunta:
Moralmente ¿podemos castigar a los hombres malvados?
© María José Moreno, 2013
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