domingo, 10 de noviembre de 2013

75 años de la Noche de los cristales rotos




Ayer por la tarde estuve viendo la película Hanna Arendt que me había recomendado una amiga. En el film se plasman los días en que se celebró el juicio al nazi Adolf Eichmann, en Jerusalen, al que Hanna asistió en calidad de periodista representando al New Yorker y, los consecutivos en los que estuvo enfrascada en escribir el libro Eichmann en Jerusalén. Un estudio sobre la banalidad del mal, por el que tuvo tantos detractores, con algunas reminiscencias de su pasado para enmarcara su figura y sus amores con Heidegger, en sus teorías políticas y filosóficas. (Impresionante el alegato final que de su teoría de la banalidad del Mal hace delante de sus alumnos al final de la película).
Y da la casualidad de que ayer se celebraba el aniversario de la Noche de los cristales rotos (Kristallnacht).

La noche del 9 al 10 de noviembre de 1938, cientos de comercios regentados por judíos fueron saqueados a todo lo largo y ancho del país, las sinagogas incendiadas, hospitales asaltados, cientos de muertes  y mas de 30000 judíos arrestados y luego deportados. Fue la respuesta alemana a la noticia radiofónica de que un joven refugiado judío había matado en Paris a un diplomático alemán, Ernst von Rath, del partido nazi,  según dijeron en represalia por la deportación de su familia. De esta manera se encendía la mecha del antisemitismo y el origen de la cruenta “Noche de los cristales rotos” de la hoy se cumple 75 años.
Investigaciones muy recientes, del historiador y periodista Armin Fuhrer, han sacado  a la luz que fue el mismo Hitler el que propició su muerte y se hizo con la excusa que necesitaba para soliviantar a las masas contra los judíos; parece ser que el adolescente había mantenido una relación homosexual con Von Rath y se han descubierto indicios de que el diplomático podría haberse recuperado de los cinco disparos, pero que el médico personal de Hitler que le enviaron para atenderlo se ocupó de darle el golpe de gracia y de convertirlo en el mártir que necesitaban.
Como dice Rosa Sala, especialista en historia cultural alemana: lo verdaderamente importante es que con la Noche de los Cristales Rotos, Hitler consiguió que toda Alemania se convirtiera en su cómplice y rehén moral. Las vejaciones a los judíos se produjeron en plena calle, a la vista de todos. A partir de ese momento, ningún alemán podía afirmar que desconocía el alcance de la política abiertamente antisemita de su gobierno. La ignorancia dejó de ser una excusa y la pasividad y el silencio se convirtieron en una culpa colectiva.

Y esto me trae de nuevo al tema del Mal, entendido como Mal radical (Kant), la posibilidad de causar daño por voluntad expresa de causarlo o bien por culpable despreocupación de la intención moral) o del Mal banal conceptuado por Hanna Arendt como aquella perversidad que no se ajusta a los patrones culturales tradicionales (envidia, odio, resentimiento) porque se comete porque ser humano es un instrumento de un programa político que destruye la personalidad moral, mediante la anulación de la capacidad de pensar, de elegir entre el bien y el mal); un efecto colateral exigido por el funcionamiento social burocratizado.
La discusión está servida, pero de alguna manera tendremos que intentar comprender a ese pueblo alemán que hoy rememoran el 75 aniversario de esa noche con una serie de actos. Ese noche , que según ha asegurado la canciller alemana, Angela Merkel, fue uno de los peores momentos de la historia  de Alemania.
Y tú, ¿qué opinas?

Te recomiendo que veas la película Hanna Arendt dirigida por Margarethe von Trotta

© María José Moreno, 2013

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