Un lugar en el mundo que no debía haber existido
Un gusanillo me andaba por la barriga. No sé si de hambre o de nerviosismo. Mi madre me anunció en la cena que al día siguiente iríamos de vacaciones a la casa de la abuela. La noticia me sorprendió porque nunca íbamos cuando hacía frio y aquel invierno no paraba de nevar. Padre callaba mientras yo sorbía la sopa aguada con parsimonia, así duraba y me calentaba el estómago. Me acosté vestido, como siempre desde que no podíamos encender la chimenea; tras la puerta entornada de mi dormitorio escuché murmullos y un extraño trajinar.
Me dormí pensando en el establo de los animales y en cómo me acurrucaría entre ellos para no sentir el frío. Nada más llamarme, me puse en pie. Adoraba las vacaciones y a mitad de curso aún más, sobre todo ahora que empezábamos a estudiar los quebrados; los odiaba. Me puse el abrigo y cogí una pequeña maleta que madre había preparado. Con la luz apagada bajamos las escaleras viejas de madera, con cuidado para no molestar a los vecinos. Mi alegría contrastaba con las caras cansadas de mis padres por el madrugón.
En la calle, un aire gélido nos caló los huesos y nos arrimamos a la pared caminando pegados a ella para protegernos. Nuestros pasos retumbaban por más empeño que poníamos en no hacer ruido. Al volver la esquina escuchamos voces, quise mirar para atrás, y saber de donde procedían pero me lo impidieron. Cada vez eran más altas y al torcer de nuevo, divisamos una larga fila de personas que portaban también maletas. Allí estaba mi mejor amigo. ¡Qué suerte, íbamos juntos de vacaciones!
Cuando me disponía a llamarle, mamá que sujetaba mi mano me la apretó con tanta fuerza que me hizo daño, me susurró que me callara. Nos detuvimos en seco e intentamos volver atrás para salir por otra calle. Yo quería ir con mi amigo y gracias a unos soldados, de los que últimamente desfilaban por las calles, conseguimos llegar a la cola de los viajeros que se iban de vacaciones. Nos montamos en la parte trasera de un camión y me senté al lado de Ernest, mi amigo; charlamos y reímos sin parar, haciendo planes para esos días de fiesta. Le enseñé las canicas que guardaba en el bolsillo y le regalé una porque él había olvidado las suyas. Llegamos a la estación y un tren nos esperaba para trasladarnos. Éramos tantos que quitaron los asientos del vagón. Me preguntaba coóo coincidíamos tantos para ir de vacaciones a la vez, y todos al mismo sitio donde vivían mis abuelos.
Al poco se escuchó un piiiiii chucu chucu chu… y mi amigo y yo gritamos excitados ante el comienzo de la aventura...
No sabía en qué día vivía, de manera que cuando me he enterado de que es jueves os pongo este relato antiguo, pero no quería dejar de participar. Un besazo y perdonad el retraso
Hay viajes de terror que nadie en su vida debería haber hecho, pero lamentablemente, se han contado -y quizás se cuenten aún-millones de esos viajeros.
ResponderEliminarUn relato conmovedor. Otra manera diferente de sumarte a esta propuesta de jueves.
Un abrazo.
Un viaje sin retorno, a ese lugar nadie deberia viajar jamás.
ResponderEliminarTerrible realidad contada con tu caracteristica dulzura.
Un abrazo grande mi cordobesa.
Interesante, completo y original giro para enfocar el lugar tu jueves. Es verdad: un lugar que nunca debería haber existido...
ResponderEliminarPor suerte, tu presente es venturoso en esa tierra (incluída arena y agua) que hoy te ve disfrutar tus vacaciones.
BESOTESSSSSSSSSS DE COSTA A COSTA.
¡Y yo te lo agradezco!
ResponderEliminarQuisiera algo menos dramático. Vivimos épocas de declive en lo político. Yo mismo me planteo si mi relato vale la pena presisamente a causa de eso. El persimismo.
ResponderEliminarNo siempre las cosas salen bien. No er conscientes no ayuda.
¡o mirar... mejor mejor mirar de frente! Me tiene que afectar si luego escribo alguna cosa.
Tésalo
ES UN PRECIOSO RELATO
ResponderEliminarTE FELICITO
BESOS
Me ha sabido a poco. ¡Qué bonito es ser niño! y ahora, que son otros tiempos, apenas les dejamos serlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Maat
Bueno, tu relato, que como dice Maat, sabe a poco, me ha llevado al Berlin de la segunda guerra mundial, a casa de unos judios que tienen que huír...
ResponderEliminarEl niño del pijama de rayas, La vida es bella...
ristes recuerdos, contados con maestría.
Un besito y que sigas disfrutando de tus vacaciones.
Que toque que tenes para contar en clave de relato tierno, desde la mirada de un niño el comienzo de un viaje hacia la muerte. Lo lamento por el protagonista de tu relato, deseaba mientras lo leia que en algun recodo hubiera podido escapar de su destino.
ResponderEliminarTe mando un gran beso Ma. José, y que sigas disfrutando tus vacaciones.
Mientras te leo, escucho la banda sonora de "La vida es bella" y se me agolpan tantas imagenes, las que tu describes tan maravillosamentebien y las de aquella pelicula...
ResponderEliminarUn besazo
Un viaje de terror, el último probablemente. Se me estruja el corazón recordando imágenes de películas y fotos. La inocencia de un niño que no tiene idea de lo que le espera. Un horror.
ResponderEliminarMuy bien contado.
un abrazo y a disfrutar de las vacaciones!
Al leerte me ha venido a la cabeza "El niño del pijama de rayas", inocente como el de tu relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
¿Cuantas veces procuramos disfrazar la realidad con excusas y autoexcusas?. Al igual que a Rosa, me ha recordado a La Vida es bella con ese padre inventando mil historias para minimizar la impronta al hijo.
ResponderEliminarUn beso, MJ
Tremendo.
ResponderEliminarCon ese toque de ternura inicia tu protagonista ese viaje de aventura cuyo resultado hoy conocemos.
Un besazo, amiga.
Es tierno, si, aunque nos lleva a transportarnos en el conocimiento lo que ya no nos es desconocido, lo que le pudo pasar. Me ha pasado como a muchos e identificado recuerdos de lecturas, por el tema... Los inocentes, siempre pagan sin saber. Si, tremendas guerras...
ResponderEliminarBesos