Adela bajó corriendo las escaleras. Acababa de comprobar en el reloj que se había retrasado arreglándose y faltaba poco para que pasara el autobús que la dejaba cerca de la universidad. Nada más salir a la calle le sorprendió un aguacero que mojó el cuaderno que llevaba en la mano para tomar apuntes, por lo que lo guardó dentro de su gabardina. Al llegar a la parada, y bajo la protección de la montera de plástico preguntó a una anciana si el bus había pasado y ésta le dijo que aún no, con gran ternura le dio un pañuelo para que secara su cara húmeda.
—Una lluvia terrible, ¿verdad hija?
—Cierto, señora además con las prisas he olvidado el paraguas. Gracias por el pañuelo.
—¡Ya está aquí! —exclamó la anciana.
Le enseñó el bonobus al conductor para que lo ticara y se fue al fondo del cubículo. En las siguientes paradas se llenó por completo. Siempre pasaba lo mismo cuando llovía. Agarrada con dificultad a la barra Adela se entregó a un soliloquio sobre la pelea, de la noche anterior, con su novio. Después de analizarlo concluyó que había sido un pegolete enfadarse. Opinaban de manera diferente, pero eso no debía ser un problema.
Más contenta se dedicó a contemplar cómo las gotas de lluvia se estampaban contra las grandes ventas cuando notó que una mano le tocaba el culo, se apartó; de reojo pudo ver que un hombre de edad indefinida, tirando a mayor, se situaba trás de ella. En ese mismo instante volvió a percatarse de que le tocaban de nuevo. Le subió un bochorno de indignación que la envalentonó para volverse hacia aquel individuo y a gritos le dijo:
—Por qué no se toca los cataplines en lugar de tocarme a mí.
La gente que la rodeaba miraba sorprendida y al mismo tiempo, con ojos acusadores hacia aquel hombre que con altanería respondió:
—¡Vaya por Dios! He dado con una tiquismiquis. Aunque en el fondo a todas les gusta…
No terminó la frase cuando Adela le propició una sonora bofetada que le encendió la mejilla, se giró, hizo una profunda inspiración y se fue hacia la puerta; la siguiente parada era la suya.
Cuando bajaba los escalones escuchó a la anciana que le decía al hombre:
—Se lo tiene merecido, hijo de puta, por guarro y fartusco. Mira que dedicarse a tocarle el culo en las bullas a las jovencitas. ¿Por qué no me lo toca a mí, ya vería lo que yo le haría?
Adelina soltó una gran carcajada; luego aceleró el paso, si no se daba prisa llegaría empapada a clase.
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Jaja. Bien aprovechadas las palabras para contar una historia tan frecuente como interesante. Lo que llamo historias de barrio.
ResponderEliminarMuchos besos.
jajaja Mª José nada extraño el caso de esos fartuscos que los hay a montones jajaja. Bonita manera de unir tus diez palabras.
ResponderEliminarUn abrazo sultana.
¡Se lo tuvo merecido, por cerdo!
ResponderEliminarAslguna escena de ese tipo presencié en el autobús, pero no hubo bofetada. Fue violento... pero la mujer solamene dijo ya está bien. Yo le recoocí como a un empleado de una compañia de seguras que a mí me había atendido.
ResponderEliminarEn fin, sucede...
Enhorabuena por meter con pergolote, fatursco y y otras exsprsiones andaluzas con naturalidad.
Téaalo
A mi me pasó con quince años, me ardían las mejillas ¡¡que corte!! y una señora que se dio cuenta, empezó a gritar, "es una niña, no le da verguenza" ... en ese momento y amparada por la "edad del pavo", es cuando quise morirme o hacer un agujero en el suelo, todo el mundo sabía lo que había pasado y me miraba. Cambié de linea al da siguiente. Seguramente con otra edad mi reacción hubiera sido más contundente, como la de tu protagonista...
ResponderEliminarBien mezcladas tus palabras...
Besos!!!
Una historia divertida, que a más de una le ha pasado alguna vez cuando hay multitud. Siempre algún gracioso se aprovecha de la situación,¡Bien por la bofetada!. Muy bien puestas tus palabras y bien desarrollada la trama.
ResponderEliminarUn beso
María José, el Tiquis y el Miquis ahora es una guapa chica, y el viejo de los cataplines resulta un fartusco redomado.
ResponderEliminarRelato corto que veo real y con el bochorno, el bus lleno, nos entregamos a soliloquios, no merece la pena enfadarse con el novio por un pegolete, me bajo en la siguiente y antes te aplaudo por este jocoso juego de palabras con segundas. Besito.
Que bueno el relato, genial el reproche de la señora mayor.
ResponderEliminaral leerlo he recordado las varias veces que me ha ocurrido lo mismo en el autobús, cuando era una jovencita.
Una de las veces me envalentoné y me encaré con el tipo acusándolo de sinvergüensa, y él, con toda la tranquilidad del mundo se dirigió a los pasajeros que observaban intrigados y alegó que había sido yo quién le había tocado a él, y además me tachó de guarra.
Y yo rompí a llorar.
Hay gente para todo.
Un abrazo
Tu historia me ha hecho recordar lo que me paso hace unos años (todavia de buen ver) un "JOPUTA" se arrimó a mi en el autobús, y cuando me encaré con el para decirle de todo menos bonito, me dice el "fartusco": ¡Señora, eso es lo que uste quisiera, que yo me hubiera arrimao!
ResponderEliminarjajajajajaja pa morirse de verguenza.
Un besote, buenas vacancessssss.
Tenía una curiosidad malsana por ver como "colocabas" los cataplines, ¡no, tú no! en el relato.
ResponderEliminarUna patada en ellos a tiro hecho y luego las reclamaciones al maestro armero.
Divertido y completito.
Besos
jajjjaaj ESTUPENDO!...te has lucido con lo de los cataplines y los tiquismiquis!jejejjeje muy buena manera de despedirte antes de irte de vacaciones. Nada mejor que una franca sonrisa!
ResponderEliminarMuchas gracias por ella y espero que disfrutes mucho de tu descanso!!!
Que lo pases lindo...
Ingenio el tuyo sin dudas para meter esas palabras en un relato, que además de bueno y consistente, divertido.
ResponderEliminarAlgunas no las conozco, pero desde luego que entiendo lo que significan por el contexto.
Besito Ma. José, y muy buenas vacaciones, que disfrutes el verano!
Si tan "afilada" estás para estos relatos con el cansancio propio de las prevacaciones... cómo vendrás después del descanso, jajaj!
ResponderEliminarMuy bueno María José, disfrutado y entretenido relato con palabras de difícil inclusión. Ha sido correctísima e ingeniosa tu forma de utilizarlas. ;)
Divertidisimo relato con expresiones que me resultan harto familiares. ¿Todavía quedan fartuscos como el imbécil que describes? ya ves, yo creía que era una especie en extinción.
ResponderEliminarFelices vacaciones, María José.
Un abrazo.
leo con sorpresa que se trataba de en un relato determinado introducir palabras de uso poco cotidiano, Lo has hecho con tanta naturalidad que ha sido a través de los comentarios que me he dado cuenta que ha sido así.
ResponderEliminarNo es presunción, pero a mi una chica en el metro no echo su mano a mi culo precisamente.