Tumbada en la cama le recibí. La noche era nuestra encubridora camarada en la triste contingencia de aquella imposible pasión. Con rubor recordé, de nuevo, nuestras calientes caricias. Necesité su cuerpo y me cobijé en sus brazos, resguardada del tiempo, que corría sin fin, mientras con su cálida voz me cortejaba, repetidamente, con tiernas canciones de amor.
I love you ( Sarah Mclachlan)
martes, 20 de julio de 2010
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