viernes, 25 de octubre de 2019

Del sol llegaron sombras




Del sol llegaron sombras de Sara Mañero. 
Edictorial Verbum


Hace días que terminé la última novela de Sara Mañero, Del sol llegaron sombras, pero hasta ahora no he tenido tiempo de dejar mi impresión. Tener entre tus manos una novela de esta autora es sinónimo de calidad. Sus historias nunca defraudan, sus personajes se quedan contigo y escribe tan bien que cuando terminas tienes miedo de no volver a encontrar una novela que esté a su nivel. En esta ocasión, Sara plantea una trama de investigación policial en un ambiente rural con un trasfondo histórico (como a ella le gusta hacer) que nos lleva del Perú del Inca Garcilaso, al Madrid actual y a la Guadalajara profunda. De esta manera entrecruza los éxtasis temporales pasado y presente para intentar resolver el caso de una chica peruana desaparecida. Además, la trama esboza una búsqueda más, esta de carácter íntimo, la de la protagonista, Maite, en un momento vital conflictivo y a la que el caso, del que ella también forma parte, la lleva a madurar y a adquirir la paz interior que tanto necesitaba. Por último quiero destacar que con su habitual maestría descriptiva podremos disfrutar de las sensaciones de un paseo hasta el arroyo de Horcajadas persiguiendo a Orco el perro de Nico, o demabular por Cantalojas, Sigüenza o Atienza, a la búsqueda de alguna pista para resolver el misterio.
Te la recomiendo.

jueves, 24 de octubre de 2019

Volver a empezar




No entro en el blog desde hace cuatro meses. 
Una caída que sufrí en junio (me fracturé el hombro izquierdo) me ha alejado durante este tiempo de las redes sociales y por supuesto de este blog. 
Ahora, a sabiendas de que mi recuperación no va ser completa y de que tengo un pronóstico incierto que me puede llevar en algún momento (no se sabe cuando) al quirófano, me sitúo en una encrucijada vital en la que parece haberse suspendido el tiempo. Es como si desde aquella aciaga tarde (aún no sé cómo me caí por más que intento revivir el instante) hasta hoy, apenas hayan pasado unos pocos días en lo que he estado en un limbo de esfuerzo por recuperarme físicamente y a la espera de buenas noticias que no han llegado. 
Y es ante estas circunstancias cuando una vez más me doy cuenta de la fragilidad del ser humano y que, sin duda, algo o alguien maneja los hilos de nuestra vida y nos pone en el lugar que quiere en cada momento. 
No somos dueños de nuestra existencia.
Es verdad que podemos cambiar determinados aspectos, que influímos con nuestras decisiones, que nos creemos libres porque ilusionamos que escogemos lo que queremos o deseamos (y de hecho lo hacemos); sin embargo, solo es eso, una ilusión. Lo importante, lo trascendental, nos viene dado. 
Durante este tiempo he tenidos altibajos y muchas veces me he rebelado contra eso que me aconteció, como cualquier ser humano que ve su trayectoria vital interrumpida de manera inesperada. Después me he consolado sabiendo que lo que me ha sucedido no es nada comparado con otros males que nos acechan y que sufren tantas y tantas personas. He intentado pasar de puntillas por la penumbra de la incertidumbre y la melancolía, pero a veces tiraban de mí con tanta fuerza que me arrastraban a la abulia y la apatía, cuya única salida era sumergirme en la rutina. Rutina consoladora que no me  ofrecía oportunidad de pensar en otra cosa. 
Pero esto tiene que pasar, he de colocar el punto final (por ahora), volver a empezar, recobrar la ilusión para disfrutar de todo lo bueno que me rodea y agradecer —pues a pesar de todo siempre hay que agradecer— seguir aquí, en esta vida que no manejamos, que es jodidamente imperfecta, pero que, al fin y al cabo, es la única que tenemos.

FELIZ AÑO 2024

  7 meses sin escribir en el blog y vuelvo como en años anteriores con deseos de compartir que esta comunicación ocasional no se termine. Ha...