Mi abuela
...Mi
abuela Mercedes nos servía unos grandes tazones de café con leche para
merendar. Mis hermanos y yo peleábamos por la variada bollería, que ella
acostumbraba a colocar en un enorme plato redondo de porcelana blanca, y que
con sumo cuidado depositaba en el centro de la mesa. Yo siempre escogía una
madalena. Disfrutaba viendo como se empapaba del caliente líquido y se hundía
en las profundidades del tazón. A continuación, utilizaba una
cuchara grande para extraerla con suavidad a la superficie, y al introducirla
en la boca se deshacía provocando una sinfonía de sabores: huevo,
limón, azúcar, leche y el amargo café.
Mi
abuela era una mujer inteligente, cordial y afectuosa. Todos los días me
llevaba y me recogía de colegio; momento que aprovechaba para interrogarme a
fondo sobre lo que me había acontecido a lo largo de la jornada. Unas veces me
reprendía y otras me alababa. De esa manera, sin darme cuenta, disciplinó mi
comportamiento...
...Tenía seis
años la primera vez que en el colegio
fabricamos una sorpresa para el día de la madre. Consistía en una postal hecha
con cartulina blanca y decorada con pétalos de rosas. Con letra
titubeante escribí la tópica frase: Para la mejor mamá del mundo. Al
regresar a casa del colegio, de la mano de mi abuela, la llevaba con mucho
cuidado para no estropearla. Nada más cruzar la puerta, corrí hacia la sala
donde mamá cosía y tras darle un sonoro beso la obligué a cerrar los ojos. Puse
la tarjeta delante de su cara y la apremié para que los abriera de nuevo y
contemplara la maravilla que realicé con gran esfuerzo.
—¡Merceditas, qué bonito te ha quedado! —dijo mi madre sin ni siquiera tocarlo—. ¡Qué
pena que tenga alergia a las rosas! Ponlo sobre la chimenea, lejos de mí,
porque si no me pondré a estornudar en un periquete.
No entendí nada. Mi abuela sí. Se acercó, la
cogió, la colocó en el sitio que ella dijo y me cogió en brazos llevándome a la
cocina donde preparaban la comida, mientras me susurraba al oído los alimentos
tan ricos de los que disfrutaríamos ese día...
De mi novela La caricia de Tánatos
Más sobre mayores en casa de Gus
Me encanta la historia (pero Tanatos, cuanto más lejos mejor, prefiero Eros)
ResponderEliminarA veces las abuelas están más por los nietos de lo que estuvieron por sus hijos, y por lo tanto difrutan de ellos. Como una abuela no hay nada
ResponderEliminarUn beso
Las que hemos vivido, convivido con las abuelas, tenemos historias como para escribir cinco libros. Guardamos experiencias, consejos... lástima que muchos no sepan de eso.
ResponderEliminarUn beso
Pocas cosas se le escapan a una verdadera abuela. En tu relato la madre solo tiene dos manos derechas porque de mano izquierda........., menos mal que como siempre la abuela estuvo atenta a echarle un capote para que a la niña no se le quedara clavado el recuerdo.
ResponderEliminarBesosssss
¿Qué sería de nuestros pequeños si no existieran los abuelos?
ResponderEliminarNostálgico relato.
Hola, María José.
ResponderEliminarNo tuve la suerte de conocer a mis abuelos, pues nací demasiado tarde y ya no estaban. Me ha gustado tu entrada por la forma en la que relatas. Sin duda, en cuanto pueda, leeré tu novela.
Un abrazo.
Lupe
Los lazos que se tejen en la infancia perduran y sostienen toda la vida.
ResponderEliminarHermoso texto que nos habla de ello.
un abrazo
Un fragmento maravilloso de la novela (que no leí). Tiene el ritmo de tu impronta (lo que si leí fue Bajo los tilo, que me ha encantado y que obviamente recomiendo). Describes una decepción que aún no es comprendida, por suerte esa abuela contuvo a esa niña perpleja ante la situación. Un beso
ResponderEliminarTan tierno... y dulce. No se si en mi genética encontraría una abuelita tan linda, de haberla tenido. Me ha encantado el relato.
ResponderEliminarQué suerte la tuya, amiga. Sé que me perdí mucho, muchísimo por no conocer ni abuelos ni abuelas, esas madalenas, esa mano tíbia de vuelta al colegio, esa sabiduría aguda.
ResponderEliminarBesitos cariñosos.
Un fragmento que invita a seguir leyendo la historia. Los que hemos tenido el privilegio de disfrutar de los abuelos sabemos la profunda huella que nos dejan.
ResponderEliminarAhora la abuela soy yo y procuro compartir momentos con ellos para que tengan su recuerdo.
Un beso.
Yo no conocí el amor de una abuela, siempre envidie a mis amigas cuando contaban cosas de las suyas, como esta Merceditas de hoy. Más tarde vi como actuan los abuelos con sus nietos cuando nacieron mis hijos y la verdad es un amor inmenso el que dan.
ResponderEliminarTu historia invita a querer descubrir que pasará después.
Un abrazo.
Que temple e inteligencia esa abuela, que sabe mediar entre las circunstancia de cada momento del día y en los detalles importantes.
ResponderEliminarLindisimo.
Un abrazo.
Era muy pequeño cuando mis abuelos murieron, así que no pude disfrutar de sus mimos y cariño. Ahora, tengo edad de ser abuelo pero mis hijos no están por la labor. Me temo que ambas experiencias, las de nieto y abuelo, no se han hecho para mi, aunque no desespero de poder vivir algún día la de abuelo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Una prima mía, estaba yo presente, hizo un bonito dibujo con ocho o nueve años, recuerdo el momento como si lo estuviera viviendo. Le entregó a su madre el dibujo en la cocina, mi tía estaba atareada. Cogió el dibujo, lo hizo un rulo y lo estampó contra una mosca que había en la pared.
ResponderEliminarYa ves...
Un abrazo.
Cuesta mucho de descargar tu página, queda preciosa sin el fondo, con ese tono ocre marrón :)))
Las abuelas y sus maravillosas comidas, meriendas, postres,,, pero sobre todo su cariño y mimo irreemplazable :)
ResponderEliminarBss.
Los abuelos están cobrando un protagonismo importante entre los pequeños. Tienen la receta secreta, ternura, amor, y lo más importante su sabiduría... y que no se me olvide esto de, "las comidas de la abuela siempre están ricas" :), yo también lo pienso, es la mejor...
ResponderEliminarLas abuelas tienen mas tiempo como abuelas del que tuvieron como madres, disfrutan mas de los nietos de lo que nunca disfrutaron de los hijos y vuelcan en ellos toda su ternura. Es muy posible que como madres descuidaran o descuidemos otras cosas por las prisas,los baños, las cenas, el uniforme del cole, la compra,la comida de mañana y hoy en día todo ello aderezado con una jornada laboral estresante.Las abuelas con los nietos no tienen la responsabilidad, solo el disfrute, al menos eso dice mi madre,que para disciplinar ya estamos los padres (lo que como bien nos cuentas en tu entrada so no es del todo cierto)
ResponderEliminarBonito fragmento de tu novela María José. Un beso muy grande amiga,siempre es un placer leerte.
Abuelas con sensibilidad suficiente, como para que la nieta no sufra el desprecio que su ocupada madre le ha hecho, Inteligentes ancianas que ayudan en el dia a dia a sus hijas, cuidando de sus nietas.
ResponderEliminarBesos querida amiga.
Vaya personaje tan afectuoso el de la abuela; dentro de un relato en que rebosa la ternura. Parece interesante la novela.
ResponderEliminarBesos, amiga.
Una historia maravillosa, hay abuelas que cumplen un rol tan importante en la vida de los niños como ésta que nos haces conocer.
ResponderEliminarCreo que se ha ganado el respeto y el cariño de todos los que te leemos.
Un abrazo enorme.
las segundas mamás, maría josé...ay,, esas segundas mamás quizá nunca sepan lo que se están perdiendo...perdón, me he equivocado...podría entenderse que me refiero a la agüela, pero no, me refiero a la madre de mercedes...aunque la expresión segundas mamás bien podría valer para la agüela en este tu relato...
ResponderEliminarme has hecho pensar en mamás que se perdieron el crecimiento de sus hijos...me has hecho pensar en que alguna vez conocí alguna y me dijo que con su nieta eso no le pasaría...ya¡¡¡ pero con la hija sí le pasó..qué mierda de sociedad quenos ha convertido en ausentes de los hijos...
medio beso, psiquiatra bonita.
Es curioso pera nada más empezar a leer el texto me ha sonado a contenido de algo más denso... algo había antes y algo habría después.
ResponderEliminarMamas, abuelas, nosotros, todos asumiremos y nos comportaremos en su momento de igual forma. Yo, me recuerdo de nieto y ahora de abuelo... que te voy a contar.
Besos
Ayyy!!! si no fuera por las abuelas... qué bonitos recuerdos guardo yo de mis abuelos y cuanto me acuerdo de sus expresiones y su forma de hablar.
ResponderEliminarY bueno, mis hijos adoran a su abuela y según ellos es la que prepara la comida más rica... jajaja
Muchos besos!!
Que evocador tu relato María José, el pasaje de la merienda muy tierno, casi se olía la magdalena. Mi abuela también fue un personaje muy importante en mi niñez.
ResponderEliminarLa caricia de Tánatos va para best-seller.
Besos aniñados
Da ganas de leer lo que antecede y lo que prosigue. De todos modos este trozo, ya vale como un exquisito pastel que a mi me recordó la historia de una amiga mía, que en estos días me contó y me ayudó tanto a entenderla. Una historia muy parecida, y cuánta huella deja!!!! Seguramente, esa mujer también tiene en su debe, algún faltante de esos...
ResponderEliminarUn texto que es un gustaso leer.
muchos besos, amigucha