Un cuento de botica
Faltaba un minuto para las ocho de una tarde fría y lluviosa de invierno. El boticario iba con pasos cortos y cansados a cerrar la puerta. Echó la llave y cuando estaba dando la vuelta al cartel que anunciaría que la farmacia estaba cerrara, un relámpago iluminó la calle principal, de un pueblo de poco más de quinientos habitantes. La cara suplicante de Carmencita para que le abriera, apareció de improviso al otro lado de los cristales.
Ramón se apresuró a descorrer el pestillo y le abrió.
—Pero, hija mía, que haces ahí. Estás empapada. Pasa, ¡venga!
Carmencita entró en la botica, apurada y sin saber por dónde empezar.
Un largo e intenso trueno los pilló desprevenidos y los dos se asustaron.
—Vaya nochecita que nos espera. Y dime, ¿en qué te puedo ayudar? —preguntó, Ramón.
La joven se echó a llorar y al boticario se le partió el corazón al verla tan desolada.
—Usted ya sabe como es mi marido.., ya no puedo más —dijo, entre sollozos.
Ramón se le acercó, le echó el brazo sobre los hombros y la llevó hasta las sillas que había al lado del mostrador.
—Vamos a sentarnos.
—Estoy desesperada, don Ramón, ya no sé qué hacer, no puedo soportarlo, necesito que me ayude. Me tiene que dar unos polvitos o lo que sea, que yo se lo vaya echando en la comida sin que se de cuenta y terminemos con mi sufrimiento.
—¡Ay! Carmencita, ¿seguro que no hay otro método?
—No —dijo la joven cabizbaja.
—Está bien. Espera aquí.
Ramón se levantó y fue hacia la rebotica. Nada más descorrer la cortina, Santa, su mujer, lo cogió de la solapa de la chaqueta y lo llevó a la zona trasera de las estanterías de medicamentos
—¿Pero qué vas a hacer? ¡Eres un insensato! No ves que esa zorra te está liando. ¡Con esa carita de buena que tiene... quiere quitarse de en medio al marido! No creas que no me he dado cuenta de cómo la miras. Al final, ella confesará y la Guardia Civil vendrá a por ti.
—¡Déjame! —exclamó Ramón, conteniendo la voz para que la joven no los escuchara—. ¿Me meto yo en tus rezos o en tus reuniones parroquiales con don Servando? Pues ya sabes, zumbando para arriba, que en unos minutos termino y que no me entere que cuentas nada de esto. ¿Entendido?
Ramón machacó en el mortero una mezcla de pastillas hasta dejarlas convertidas en un polvo fino mientras sonreía para sus adentros recordando lo que Santa le había dicho.
—Échale media cucharadita de café en la copa de vino y remueve hasta que se deshaga. No lo notará —dijo el boticario, dándole un sobre.
—¿Qué le debo?
—Nada. Y vete ya, la noche está empeorando.
—Gracias. No sé como voy a pagarle lo que está haciendo por librarme de este martirio —le dijo Carmencita, con los ojos humedecidos.
Ramón, cerró las puerta tras salir la joven. Por los cristales la contempló hasta que se perdió en la negrura. Una amplia sonrisa afloró a sus labios.
Pasó la primavera y llegó el verano. Un sol de justicia anunciaba las altas temperaturas que se esperaban para ese día. Ramón, fue a la ventana con idea de aminorar la luz del sol que entraba ya hasta la mitad de la botica. Cuál fue su sorpresa cuando vio pasar a Carmencita, feliz y contenta, con una barriga de unos siete meses, cogida del brazo de su marido. Comenzó a bajar el estor mientras pensaba que sus polvos habían hecho efecto y, lo mejor, no había sacado de la duda a Santa, que aún seguía pensando que entre los dos se querían cargar al marido. Soltó una estridente carcajada.
¡Qué culpa tenía la pobre Carmencita de que su marido fuera impotente!
Más cuentos de botica en casa de Dorotea
Jajajaja...he de confesar que me pasaba un poco como a Santa... mira que majo el boticario¡¡¡...qué mal pensadas somos las mujeres...
ResponderEliminarUn besazo
Si es que venir a tu casa es llevarse una sorpresa, tus relatos tiene siempre finales geniales y sorprendentes. Un abrazo
ResponderEliminarMuchas gracias, Esther. UN besote
EliminarQue buen final, con sorpresa incorporada jajajaj ,. Muy bueno esos diálogos .. Un abrazo !!
ResponderEliminarHa sido divertido escribir este cuento. Besos
EliminarY felices todos, menos Santa, me gustó
ResponderEliminarAbrazo
jajaja la pobre andará aún oensando mal del marido.Besitos
Eliminarjaja, pues un remedio que fue mano de santo :-), bien por el boticario
ResponderEliminarUn abrazo y feliz día
Sí, Sí, le fue perfectamente. Besos
EliminarJajaja, yo creo que todos estábamos pensando mal. Qué buen relato!
ResponderEliminarBesotes!!!
Sois muy mal pensadas jajaja. Besitos
EliminarIntrigada hasta el final jajaja. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn saludo
Muchas gracias por leerme.
Eliminar¡jajajajajaja me tuviste en vilo hasta el final!
ResponderEliminar¡Y Carmecita feliz! Claro que quien es mal pensado,
culebras y sapos alimenta.
Besotes
De eso se trataba, de confundir al lector ;-)
EliminarHombre, no creí que lo mataría pero un achuchón, una indisposición... Pero el boticario que merecía llamarse como su mujer tenía un remedio mejor! Muchas gracias por participar y un gran abrazo
ResponderEliminarjajaja tú también tenías una buena idea en mente. Besitos y gracias por conducirnos.
EliminarMe ha encantado,,,,cómo has sabido jugar conmigo en este caso y hacerme disfrutar con ese giro final. Muy buena historia.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias. Un abrazo
Eliminar¡Qé bueno!. El giro final tremendo. Todos contentos menos Santa.
ResponderEliminarMuchas gracias por venis hasta mi blog. Un besote
EliminarEs buenisimo, con un final inesperado que te lleva a sonreír. Besos.
ResponderEliminarDe eso se trata. Besitos
EliminarVaya esos polvos! qué gran poder! jaja. Muy buena tu historia María José. un abrazo
ResponderEliminarjajaja un cuento con final sonriente. besos
EliminarMuy buenos esos cuentos de "rebotica", y es que en esto de las farmacias "el que la lleva la entiende", la mujer no sabía nada, sólo tuvo malos pensamientos que no venían al caso.
ResponderEliminarme gustó el desenlace.
Besos
Gracias. Un beso
EliminarUna tan tan beata que comulga con muertos, esta Santa. En el fondo, igual debía rezar un poco más por la oscuridad de sus pensamientos :-) El giro del final es muy bueno, la verdad. Toda una bonita sorpresa que no hace más que tener que mirar a Santa negando con la cabeza y mandarla a misa :-9
ResponderEliminarUn beso enorme.
Muchas gracias, un beso fuerte
EliminarJajaja!!! Es lo que tienen los polvos y no precisamente los que el boticario sacó del mortero!!
ResponderEliminarMuy simpático tu relato.
Bss.
Gracias, Mar. Un beso
Eliminar