miércoles, 20 de mayo de 2020

La lectura en tiempos de confinamiento




Hace unos días, navegando por Internet, me topé con una noticia que llamó mi atención. La editorial Exlibris había llevado a cabo una encuesta de hábitos lectores durante el tiempo que hemos estado enclaustrados, con idea de analizar el papel que la lectura ha jugado en nuestras confinadas vidas. Los resultados eran muy curiosos: una gran cantidad de lectores se habían apoyado en los libros para superar el confinamiento; los géneros preferidos habían sido la novela negra, la histórica y la romántica y, algo muy lógico, se había producido un repunte de la lectura digital.

El análisis de esa información me hizo reflexionar sobre lo que yo misma había vivido y también observado mientras deambulaba por las distintas redes sociales; en especial, durante los primeros días. Todos nos quejábamos de la imposibilidad de leer; no podíamos concentrarnos porque nuestra atención estaba dispersa o, más bien, puesta en el peligro que acechaba nuestras vidas, el maldito virus. Del mismo modo, nos lamentábamos de no aprovechar el momento para pasar más tiempo con nuestros queridos libros, algo que siempre habíamos ansiado. ¿Qué había sucedido? ¿Cómo era posible aquella aparente contradicción entre lo que estaba leyendo y lo que yo misma había vivido? Enseguida me di cuenta. Se trataba de la observación en dos momentos diferentes. Mi valoración la había realizado en los primeros días y, seguramente, porque no he podido comprobarlo, la encuesta había sido respondida a lo largo de todo el confinamiento. Eso sí me cuadraba con lo que nos sucede a los humanos cuando perdemos la libertad.

Sí, porque de eso se trata, de qué nos sucede cuando nos obligan a quedarnos encerrados en casa, de un día para otro; cuando se rompe nuestra rutina, nuestro día a día; nuestros ratos de ocio… y, ante todo, cuando vemos amenazada nuestra integridad física y psíquica.

En esos primeros días, sometidos a una situación estresante grave, convivimos con la ansiedad, el miedo, la apatía, el aburrimiento, la incertidumbre, el exceso de información (la mayoría de malas noticias), afloraron los rasgos peculiares de nuestra personalidad (los hipocondríacos lo han pasado muy mal) y nos convertimos en montañas rusas emocionales. El paso del tiempo nos apremió a adaptarnos y cada uno lo hizo como pudo, en función de su capacidad de resiliencia individual, favorecedora de esa vuelta a una forzada normalidad, en la que tuvimos que convivir 24 horas al día con nuestra familia (pareja, hijos…), compañeros de piso o, incluso, en soledad.

En este camino de la tan necesaria como anhelada adaptación, nos urgía volver a lugares comunes, propios; esos que forman parte de nuestro yo y uno de ellos, sin duda, era la lectura. De ahí que, superada esa primera fase de shock, la mayoría nos hemos reencontrado con nuestros compañeros de vida, los libros. Ellos nos han ayudado a comernos el día a día, tan difícil de digerir, a superar el hastío, a olvidarnos del miedo y, por supuesto, a disfrutar; de paso, cuanto más leíamos, más disminuía nuestra lista de pendientes, algo soñado y nunca cumplido.

        Y todo esto es posible porque leer es una buena terapia siempre y, aún más, en estos malos momentos. Leer nos ha permitido evadirnos, sacudirnos durante unas horas la terrible realidad, nos ha ilusionado, nos ha hecho soñar, poder vivir otras vidas y viajar fuera del ambiente opresivo de nuestro hogar y, lo mejor, nos ha permitido socializar. Sí, socializar, algo importantísimo para llevar a cabo una buena adaptación (el hombre es un ser social por naturaleza). Y hemos tenido la suerte de contar para ello con las redes sociales, porque lo que hemos leído lo hemos anunciado, comentado, hemos recibido el feddback positivo de otros lectores, hemos investigado sobre críticas y reseñas del libro e incluso hemos preguntado si nos recomiendan o no su lectura y, además, hemos hecho nuevos amigos lectores… En definitiva, los libros nos han ayudado a comunicarnos con otros que no fueran los convivientes confinados con nosotros en un mismo espacio y han aliviado la soledad de muchos otros y no dudo de que, en las distintas fases por las que iremos atravesando hasta llegar a esa, tan comentada, «Nueva Normalidad», nos acompañarán en los distintos pasos de este proceso de adaptación.  

9 comentarios:

  1. He cambiado de hábitos en estos casi tres meses mas que en toda mio vida. Necesitamos tiempo pero con lo caro que es emplearlo en adaptarnos es muy deprimente. Un abrazo grande

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    1. Es cierto. La adaptación ha sido complicada por la rápidez de lo que sucedió y por el miedo a la enfermedad. Espero que te encuentres bien. Un abrazo

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  2. Yo he leído poco en el confi, y sobre al principio, porque no me centraba, tenía que repasar una y otra vez lo ya leído

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    1. Tenías la mente en algo más preocupante. A la mayoría nos pasó igual, luego fuimos buscando nuestro lugares comunes de relajación. Besos

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  3. Es verdad, así ha sido, muchas gracias por tu respuesta

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  4. Leer ha sido la salvación de mucha gente. No en vano las bibliotecas pusierona disposición de los que tienen carnet una barbaridad de títulos. Para mí leer es un remanso, una burbuja, donde evado de todo estrés o disconfort.

    Un abrazo y por una tarde gozosa con lectura, claro

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    1. Sin duda, los lectores al final volvimos a ella porque nos servía para llevar mejor este tiempo. Gracias por comentar. Un beso

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  5. Sí, nos ha costado los primeros días, pero luego hemos encontrado en ellos el refugio para olvidarnos aunque sea por un rato de todo esto que nos rodea estos días.
    Besotes!!

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    1. Es que los libros siempre están a nuestro lado para mantenernos cuerdos jajaja. Besos fuertes

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