AQUELLO QUE FUIMOS
Hay momentos en la vida en la que nos toca vivir situaciones desagradables, lamentables, de esas que leemos en los periódicos, vemos en la televisión o nos susurran al oído por miedo a comentarlas en viva voz. En definitiva, esas de las que nunca hubiéramos deseado ser la protagonista. Ante semejante situación, las personas nos solemos defender de tres maneras posibles. En un extremo tendríamos la más sana, desde una perspectiva psicológica, que sería encarar el problema, cargar con las consecuencias y buscar soluciones para seguir adelante, para sobrevivir. Por desgracia, esta no es la más frecuente, pero sí las que se sitúan en el otro extremo. Una de estas es la represión, es decir, el olvido. Se trata de esconder en lo más profundo de nuestro cerebro ese hecho traumático para que no se nos represente a diario y podamos seguir con nuestra vida más o menos normal; en este caso se trataría de una huida psíquica. La otra sería huyendo físicamente, en el sentido literal del término: «Alejarse deprisa, por miedo o por otro motivo, de personas, animales o cosas, para evitar un daño, disgusto o molestia». Estas dos últimas son las que más utilizamos porque en un principio, y digo en un principio, son las que menos desgaste personal nos producen. Lo malo, viene con el paso del tiempo, en el que los fantasmas se agrandan, lo reprimido se escapa de su escondrijo y la culpa lo inunda todo para llenar de desasosiego a la persona. Entonces es cuando nos planteamos el error que hemos cometido y la manera en que podemos subsanarlo.
Y de todo esto y más trata la nueva novela de la escritora cordobesa, Pilar Muñoz. Sí. La novela nos plasma la vida de dos mujeres, de dos mundos diferentes, de dos épocas diferentes, de cómo afrontan hechos vitales traumáticos y de cuáles son las consecuencias de sus actuaciones.
Blanca es una joven de nuestro tiempo a la que la sacude, como un relámpago en una noche estrellada, un hecho que la va a marcar para siempre y que le hace huir de su entorno, alejarse del problema con la vana idea de empezar una nueva vida en otro lado.
Fuensanta es una mujer que en nombre del amor ha sufrido lo indecible sin atreverse a plantarle cara al terror del maltrato y penando y pagando las banalidades de un hombre, que hace recaer sobre ella todas las culpas y consecuencias de su mala vida. Una madre que sufre por sus hijos, que sabe lo fácil que es desviarse del camino recto; sobre todo, con un padre que los alienta y hasta los instruye en las malas artes.
Dos vidas separadas en el tiempo pero que confluyen en un determinado momento con un protagonista masculino, Victor.
Como antes decíamos las decisiones pesan y al final, si no son las correctas carcomen la conciencia y nos obligan a aceptar de pleno aquello que antes no queríamos ni ver. Sobre esa base, se va desarrollando esta novela de corte intimista, de pequeños detalles, que la autora nos va dejando entre sus párrafos para que reflexionemos sobre lo que está bien y mal, sobre la importancia de tener una visión objetiva de las cosas, sobre el papel que cada uno cumple en su individual y única biografía, sobre lo que hacemos y el porqué lo hacemos o sobre por qué no hacemos lo que deberíamos hacer.
Sin duda, todo trazado sobre una trama magníficamente compuesta por la autora, con la excelente la prosa a la que la escritora nos tiene acostumbrados, con personajes secundarios que te llegan al alma, que no olvidarás, como por ejemplo el de la abuela Herminia, y con un desenlace que nos lleva a creer en la bondad del ser humano.
En definitiva, una excelente novela, con una preciosa portada, que te hace pensar, con la que vivirás otras vidas y con las que disfrutarás y, por supuesto, que te recomiendo que leas.
La puedes adquirir en Amazon, tanto en formato de papel como en digital.
Un texto revelador, el que describes, de unas realidades que, casi todos, enfrentamos algún día...
ResponderEliminarMuy bien descritas las tres maneras en las que solemos envolvernos para hacer frente a la vida.
No soy de novela ya, pero reconozco el valor que ésta puede tener entre tantas.
Abrazo María José.