El sol brillaba en todo su esplendor calentando todo y a
todos. A mi derecha, bajo una sombrilla, un adolescente se afanaba en escribir
sobre una libreta de papel cuadriculado. Escribía, tachaba, volvía a escribir. Yo lo observaba de reojo, llena de curiosidad.
La madre del joven también lo vigilaba y, de vez en
cuando, le preguntaba de qué quería el bocadillo, sin que él respondiera, abstraído en lo que hacía. A la tercera vez que no encontró respuesta, alzó la
voz.
—¡Migue! ¿Estás sordo o qué?
—No mamá, ¿qué quieres? —respondió, sin interés.
—¿Que de qué quieres el bocata?
—Me da igual.
—De eso no tenemos. ¿De tortilla o de chorizo?
Al no encontrar respuesta, le quitó la libreta y comenzó a
mal leer.
—«Ascendí por el
río de tu mirada hasta el mar de tus lágrimas, buscando el origen de mi
sufrimiento...».
—¿Qué es esto?
—Un poema, mamá —dijo el joven.
La mujer, alarmada, llamó a gritos a su marido, Jacinto,
que refrescaba sus pies a la orilla del mar. Jacinto acudió corriendo a la vera
de su esposa sin saber qué ocurría.
—¡Mira! —ordenó, enseñándole la libreta.
Jacinto la cogió como si le quemara y mal leyó:
—«Nau..fra...gué
en la playa de mis re-cu-er-dos y supe de mis miedos, luché contra los
monstruos hasta liberarme de ellos».
Yo no sabía cómo iba a terminar aquello. Jacinto miró al
chico muy serio, con ojos de espanto, como si hubiera visto al mismo diablo.
—¿Esto qué es?
—Un poema —repitió su hijo.
—¿Un poema? ¿Un poema? Mariconerías es lo que son. No te quiero ver más
con esto —dijo tirando, con asco, la libreta a la arena.
Cayó cerca desde donde yo tumbada, como quien no quiere la cosa,
asistía a esa desafortunada escena y pude leer: «Vencido por el cansancio, sin saber del final de la batalla, me
contemplé. En tu sonrisa de aceptación, ajena a mi esfuerzo, estaba la clave:
ORGULLO. Así soy. Nadie puede cambiarme».
Me miró y lo miré. Una lágrima corría veloz por su
imberbe mejilla. Le guiñé y sonrió.
Un poeta nunca sucumbe.
© María José Moreno
Que bonitos trazos tiene el poema, que preciosa es la historia y el final prometedor de mas poemas. Me ha encantado, claro que eso me pasa siempre cuando vengo a leerte. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Esther, siempre es un lujo que pases por mi humilde casa. Besos
EliminarPrecioso escrito que refleja muy bien el miedo del chiquillo y la sensibilidad que encuentras en escribir , pero que pena que sus padres no entiendan a su hijo y más pena es que ni lo intenten .Muy bonito.
ResponderEliminarUn abrazo.
El miedo a veces te hace más fuerte. Lo peor, la ignorancia, la intolerancia. Besos
EliminarMuy bonito y cierto en muchos casos desgraciadamente, Maria José.
ResponderEliminarGracias, Eva, por venir hasta mi blog y comentar. Un beso
Eliminar¡Precioso!
ResponderEliminarBesitos.
No ha ganado pero a mi me gusta ;-)
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