lunes, 20 de marzo de 2017

Recuerdos de mi infancia: La festividad de San José







Seguro que conocéis una canción popular que dice:

José se llamaba el padre,
Josefa la mujer
y tenían una hijita que se llamaba María Jos
é...

Esta canción me la han cantado muchas veces porque en mi familia se daban todas estas circunstancias aunque a mi padre siempre lo llamaron, Pepe, y a mi madre, Pepita, que para el caso es lo mismo. Lo interesante y curioso de este hecho, más allá de la burla colegial, se reflejaba sobre todo en la celebración del día San José, que en aquellos tiempos siempre era fiesta. Celebraciones que recuerdo como  los mejores y más dulces momentos de mi infancia. 
Mi padre era funcionario del extinto INP (Instituto Naciones de Previsión) pero además era practicante, al igual que mi madre. Los dos ponían inyecciones y los dos tenían unas manos maravillosas, y no solo por lo que dijeran los afectados sino que yo puedo dar fe de ello. Estaban muy demandados por lo que puedo confesar que mi infancia estuvo ligada a traseros en pompa esperando que las diestras manos de Pepe o de Pepita pincharan sus prietas  carnes con antibióticos, complejos vitamínicos, analgésicos...etc. Y es que en aquella época los tratamientos buenos siempre eran a base de inyecciones. Es más, si el médico te recetaba pastillas, es que tenías poca cosa. En cuanto la enfermedad era importante te chascaban una caja de inyecciones, como mínimo. Ahora que lo pienso, también estaban muy de moda los supositorios y esos sí que me gustaban poco. Como os habréis imaginado yo no alumbraba en el momento del pinchazo pero sí que me gustaba ver cómo hervían las jeringas y las agujas en los estuches metálicos. Estuches que me han acompañado durante toda mi vida. 

Aunque penséis que he perdido el hilo, no es así. Todo está relacionado. Como la gente estaba muy agradecida (nunca llegué a entenderlo bien, pues además de que te hacían daño luego regalabas con gusto y satisfacción..., quizá el truco estuviese en que más que en agradecimiento fuera en prevención, para que los tratasen bien en su siguiente tanda de pinchazos ¡ja,ja,ja!) por lo bien que mis papis les ponían las inyecciones, cuando llegaba el día de San José les regalaban unas tartas buenísimas. Se ve que entonces no existía miedo a engordar ni a que te diagnosticaran de síndrome metabólico y a no ser que fueras un diabético diagnosticado, todo el mundo se premiaba y regalaba pasteles, dulces y tartas. 
Si cierro los ojos puedo ver con claridad la mesa de madera oscura del comedor llena de tartas. Y cuando digo llena es llena. La mesa era cuadrada y grande y en el día de San José se cubría de tartas de nata, de yema, de merengue, de bizcocho borracho... Había tantas, que por la tarde venía mucha gente (familiares, amigos, vecinos...) a casa para celebrar nuestro día y os aseguro que todos se marchaban con el estómago lleno y un trocito más para el día siguiente. 
En realidad no me importaba que me cantaran la canción porque yo estaba muy orgullosa de ser esa hija, María José, de Pepe y Pepita. Mis padres. Los mejores. 


Mis padres en el día de su boda con mi abuela, Carmen, y mi abuelo, Cesar

sábado, 18 de marzo de 2017

Como diente de león de Pilar Fernández Senac

Como diente de león 
Pilar Fernandez Senac
Malbec Ediciones
326 páginas
2016
Cuando la autora me ofreció su libro para que lo leyera acepté como tantas veces he hecho porque entré en Google y me gustó mucho su portada, luego pude leer la primera página y eso me decidió aún más a pesar de la inmensa lista de novelas que tengo esperando turno. Un turno que no es estático pues las adelanto o atraso en función de los comentarios que leo de personas especializadas. El caso es que cuando me llegó a casa con una bella dedicatoria por parte de la autora me reafirmé en mi decisión y como pude la adelanté en esa lista para leerla cuanto antes.
Diana, la protagonista de esta novela, a la pregunta de su hija sobre, ¿qué son los dientes de león? contesta que «trocitos de nubes que han echado raíces». Leí varias veces esta frase porque me gustó mucho sin saber que la propia frase encerraba en sus ochos palabras la intensa trama de esta novela.  Claro que esto lo averigüé cuando concluí su lectura.
De tal manera que cuando esas nubes (nuestros deseos, esperanzas, futuro, nuestra propia vida...) peligran no les queda otro remedio que enraizar en la tierra para no se arrastradas por la tormenta o los fuertes vientos y, a partir de ahí, reconstruirse —siempre cambiar antes que disolverse en la nada—.
Con una prosa elegante, cuidada y al mismo tiempo sencilla, la autora nos lleva de la mano junto a Diana por un camino de evolución personal, del que nos hace partícipe a través de sus miedos, confusión, incredulidad, angustias y sobre todo de su dolor —ese cabrón que la acompaña día y noche para que no olvide lo que le ha sucedido—. 
Unos personajes bien construidos con los que es fácil empatizar y donde los acontecimientos están puestos al servicio de la expresión de sus sentimientos, por lo que hacen que esta novela, contemporánea e intimista, sea muy agradable de leer y de disfrutar. Una novela que te deja muy buenas vibraciones.
Lo que más me ha sorprendido es el énfasis que hace, imagino que la autora y la editorial,  en la plataforma de Amazon, de que se trata de Uromance contemporáneo, una novela romántica de mujeres contemporáneas
Para mí la la historia va más allá de tópicos románticos y de la propia historia que se va fraguando. Personalmente creo que le hace un flaco favor porque quien vaya buscando una novela con las características del género romántico, no lo va a encontrar. 

Como siempre digo, lo que aquí reflejo son las sensaciones que la novela me ha trasmitido al leerla. Nunca una reseña y mucho menos una crítica literaria, para lo que no me encuentro preparada.
María Pilar Fernández en Facebook



miércoles, 1 de marzo de 2017

Mal trago de Carlos Bassas del Rey





Mal Trago
Autor: Carlos Bassas del Rey
Pag. 247
Editorial Alrevés

Cuando abrí la novela Mal trago de Carlos Bassas del Rey me bastó leer la primera frase de su primer capítulo para saber que encerraba el germen de lo que iba a ser la trama de una buena novela. Lo supuse y lo confirmé al tiempo que avanzaba en la lectura. Una primera frase de esas que siempre buscas para ese primer capítulo de la novela que estás escribiendo, que envidias y te lleva a preguntarte: ¿cómo nunca se me ha ocurrido una igual?

Mal trago es una novela policíaca. La tercera en la que el autor confía en el inspector Herodoto Corominas para protagonizar una compleja trama de denuncia social y de enredadas relaciones entre padre e hijos, relaciones o más bien malas relaciones auténticas, reales como la vida misma. Una novela en la que la vida pasa por los personajes y, al tiempo que se mezcla con torturadores recuerdos, les va dejando tal impronta que llega a constituirse en parte sustancial, fundamental, de la trama. Corominas, padre y marido ausente, entregado a su trabajo nos muestra en esta ocasión parte de un aterrador pasado que marcará sus actuaciones.

Una casa en demolición en Ofidia, un espectáculo al que asisten impertérritos curiosos observadores. El descubrimiento de  una caja fuerte u oculto en ella el cadáver de  un niño vestido de Primera Comunión. Este inicio pone en marcha al inspector Corominas y da el pistoletazo de salida para la investigación. Una petición de rescate no atendida por parte de una persona influyente en Ofidia (ciudad de nombre inventado, en la que se puede reconocer cualquier pequeña ciudad de provincias) y ni siquiera comunicado a la policía. Otro colegial desaparecido, otra petición de rescate a otro empresario que acepta con tal de salvar la vida de ese pobre niño y el miedo de Corominas de no llegar a tiempo acelera las pesquisas llevándolas por cauces, en algunos momentos, poco legales. El propósito de Herodoto es dar con el secuestrador y asesino,  para ello recurre a todos sus contactos actuales y pretéritos y a técnicas de interrogatorio muy persuasivas. En este punto, la trama se vuelve frenética hasta dar con el asesino, que no imaginas en ningún caso quién es ni tampoco por qué lo hace. Hurgando en su  pasado, Corominas, descubre, como suele ser habitual, una serie de motivaciones inconscientes y conscientes ancladas en su infancia como posible causa de su interés por matar a los niños y, sobre todo, por vestirlos de Primera Comunión, cerrando así el círculo de la investigación. Un inesperado giro final en la resolución del caso te lleva a la auténtica realidad, «la verdad». Un magistral final para esta novela de policías. Una vez más, nada es lo que parece.

Escrita de forma impecable, con frases cortas y cuidados diálogos, me ha llamado la atención como Carlos Bassas salpica su obra de citas en latín (traducidas, por supuesto) —puestas en boca del inspector—, no sé si reducto de su formación humanista con las que va sembrando semillas para la reflexión. Además, al igual que me sucedió cuando leí la novela de Pere Cervantes, La mirada de Chapman, me ha parecido ver en los nombres de los personajes de esta novela cierto guiño hacia determinados autores del género negro y policial. Como ya escribí, en el caso de la novela de Pere, es el autor el que debe decirnos si es cierto o simplemente es fantasía de la calenturienta mente de una psiquiatra escritora de thriller que en todo alcanza a encontrar determinadas relaciones.
 
Estamos ante una muy buena novela, de las que saborear poco a poco. Te la recomiendo. No te vas a arrepentir porque los humanos vivimos y la vida conlleva, sin atisbo de duda, Malos tragos. 




FELIZ AÑO 2024

  7 meses sin escribir en el blog y vuelvo como en años anteriores con deseos de compartir que esta comunicación ocasional no se termine. Ha...