Pepe Pepino llevaba en el planeta tierra desde hacía unos meses. Desde que su padre regresó todo le fue muy bien. Le buscó plaza en el colegio al que iban sus amigos Sergio Colegio, Clara de Huevo y Luis Gafapasta. En un periquete aprendió a hablar como los terráqueos, solo con letras. En su planeta hablaban mezclando números y letras.
Era finales de diciembre y en el colegio celebraban una fiestas que llamaban Navidad y que él no conocía. Miró en su reloj supersónico y se enteró de que se trataba de la celebración del nacimiento, hacía muchísimos años, de un niño en un pesebre y que luego, de mayor, se convertiría en Jesucristo.
Estaba muy contento de poder compartir con sus amigos la decoración de la clase y se aplicó poniendo bolas de colores en el árbol, espumillón en las ventanas y echando nieve sobre el pesebre en el que estaban María, la mamá; José, el papá, Jesús, el hijo y, la mula y el buey, rodeados de unos extraños hombres vestidos con pieles.
Estaba muy contento de poder compartir con sus amigos la decoración de la clase y se aplicó poniendo bolas de colores en el árbol, espumillón en las ventanas y echando nieve sobre el pesebre en el que estaban María, la mamá; José, el papá, Jesús, el hijo y, la mula y el buey, rodeados de unos extraños hombres vestidos con pieles.
Al final de la mañana la clase estaba preciosa, el sol que atravesaba el cristal de la ventana hacía que el espumillón plateado y dorado, rojo, verde, amarillo y azul reluciera con un brillo especial. Pepe miraba hipnotizado tanta belleza desconocida para él hasta ese instante. Observó que el resto de niños se situaban alrededor de la maestra. Pegando saltitos fue hacia ellos. Todos rebuscaban en la caja que hasta hacía poco contenía los adornos. La señorita Maripili estaba muy nerviosa. Pepe le preguntó a su amiga Clara de Huevo, ¿qué pasaba? Ella le explicó que no encontraban la estrella que había que poner encima del pesebre, que era la que guiaba a los hombres de buena voluntad hasta el lugar del nacimiento del Niño Jesus.
Pepe no lo pensó dos veces, en unos cuantos saltos fue hasta su nave, habló con su papá y, al poco, viajaron hasta el cielo para coger una estrella de las más pequeñitas. Con mucho cuidado la metieron en una caja especial y regresaron. Todo había transcurrido en un pis-pas. Al llegar a la clase, los amigos se lamentaban porque su nacimiento no tenía estrella y ese año no iban a ganar en el concurso de belenes del colegio. Entonces, Pepe Pepino se acercó con decisión al portal de Belén y con mimo sacó la estrella de la caja y la depositó encima del pesebre de corcho. Al instante toda la clase se iluminó con una luz celestial. Los compañeros y la maestra lo abrazaron dándole las gracias por lo que había hecho y él se ruborizó. Desde ese día Pepe Pepino pasó a ser el «Niño de la estrella».
© María José Moreno, 2016
© María José Moreno, 2016
Un cuento precioso, la integración han llegado a la galaxia y la esperanza renace . un abrazo
ResponderEliminarUn cuento donde la imaginación va tan lejos que traspasa la galaxia , me ha gustado la frase donde Pepe va con una nave con su papa hasta el cielo para coger una estrella para el pesebre ... lindo , lindo .
ResponderEliminarGracias por dejarnos este bello cuento.
Feliz Año Nuevo 2017