Mis abuelos maternos vivían en una de esas casas de vecinos cuyas puertas de entrada daban a una zona común, el patio, adornado con árboles de parra, con arriates donde crecían arbustos de flores (mis preferidas eran las celindas) y muchas, muchas macetas. MIs preferidas eran las hortensias, los lirios que ahora se les llaman calas y, por supuesto, el jazmín.
Cuando mi madre me llevaba a verlos en los días de verano, mi abuela, o debería decir mi abuelastra si quiero ser fiel a la verdad, me daba un cestito de mimbre, que guardaba en la alacena y salíamos al patio a recoger los jazmines. Luego, los repartiríamos por los dormitorios para que nos libraran de las molestas picaduras de los mosquitos (y eso que entonces ni existían los mosquitos tigre ¡jajaja!).
Ella me enseñó, precisamente, a cogerlos con suavidad. «Hazlo así para que la mata no sufra», decía mientras tiraba despacio del rabito. A mí eso me tenía en vilo todo el tiempo. Por nada del mundo deseaba infringir ningún mal, cuyo resultado fuera que aquella preciosa planta que llegaba hasta la altura de la casa sufriera por mi inexperiencia.
A esa misma hora, las vecinas también salían a recoger su ramillete. Me quedaba extasiada mientras veía como los introducían por el rabito en una horquillas para hacer una moña de jazmines (en Málaga a las moñas les llaman biznaga eso lo aprendí cuando ya era adulta) con las que luego adornaban su pelo.
Mi abuela tenía el pelo blanco, parecía algodón de azúcar, y siempre lo peinaba cardado por delante y recogido en un moño tipo italiano; aunque ahora que lo pienso, en el tiempo de este recuerdo no era tan mayor, así que quizá no lo tuviera todavía blanco. Intento visualizar algunas imágenes fotográficas que se me vienen a la mente y como es lógico no lo tenía blanco sino más bien tirando a sepia. Bueno, lo mismo da, el caso es que se ponía la moña y entonces toda ella olía a jazmín cuando me besaba.
En esa casa de vecinos vivían niños como yo. No consigo recordar sus nombres, pero sí me acuerdo que los envidiaba por vivir en un lugar tan bonito y sobre todo porque ellos se juntaban, cuando la luna asomaba, y salían con una bandeja llena de las moñas que habían fabricado para venderlas; unas eran de flores abiertas y, otras, de flores cerradas que eran las más preciadas porque abrían por la noche y duraban más. Yo me marchaba con mi madre, con los jazmines metidos en una bolsita de papel para que no se estropearan, a una casa que tenía un patio con aspidistras y helechos pero sin jazmín (los recuerdos de ese patio para otro día).
Hoy, cuando recogía los jazmines de la planta que tengo en el solarium de casa, recordé cuando enseñaba a mi hija a cogerlos con cuidado y veía su sonrisa. No hay nada más bello que la risa de un niño cuando disfruta con lo que hace.
A continuación, la que sonreí fui yo al pensar que muy pronto tendría a mi lado a Alberto, mi nieto, y le enseñaría, tal como aprendí de mi abuela, la manera delicada de tratar a esa preciosa flor, pequeña pero de gran belleza y fragancia.
La vida me ha ofrecido momentos inolvidables y los sentidos me los devuelven para seguir disfrutando de ellos. Además, me siento muy afortunada de poder contarlos.
Te dejo mi aportación.
ResponderEliminarhttp://playadelcastillo.blogspot.com.es/2016/11/este-jueves-la-ninez.html
Un beso.
Hola; esos detalles del presente que te hacen viajar a esas personas que tocaron nuestras vidas en múltiples tactos y olores. Tu texto tiene un aporte cromático muy potente a la par de nostálgico,... pero es que se trata de la niñez. Un abrazo.
ResponderEliminarLa verdad es que con frecuencia los olores me llevan a recordar situaciones muy concretas. Besos
EliminarME HAS RECORDADO LAS VIVENCIAS DE MI NIÑEZ EN LA QUE MI ABUELA ME HIZO RESPONSABLE DE SU JAZMÍN, CREO QUE HICE UN RELATO SOBRE ESTE TEMA: LAS MOÑAS DE JAZMINES, LE COGERLO Y ENSARTARLOS... ¡QUÉ TIEMPOS MÁS FELICES...!
ResponderEliminarSe ve que era algo que solían hacer las abuelas jajaja. Besitos
EliminarNunca dejemos de pasar nuestros recuerdos de generación en generación, mis hijas sonríen cuando ven que repito la historia que ya conocen mientras mis nietas atentas me miran con cariño. Un abrazuco
ResponderEliminarLas abuelas, tan importantes en la niñez de los nietos. Todos los que pudimos disfrutar de su compañía en nuestra niñez las recordamos con la misma emoción. Y ahora que ya muchos de nosotros somos abuelos, al menos en mi caso, intento dejar mi huella en mis niños para que el día de mañana al evocar mi recuerdo sean momentos felices.
ResponderEliminarUn beso aromatizado con jazmines que en mi patio sí lo hay.
Recordar la niñez es como tenerla presente, muchas gracias por compartir tus momentos.
ResponderEliminarPor cierto, yo te dejé mi enlace sobre la niñez en otra entrada, ¿y dónde están los de los demás? es que no los veo recopilados en una entrada para poder leerlos.
Un beso.
María, justo debajo de esta entrada está la de los relatos entre los que se encuentra el tuyo.
EliminarYo estoy totalmente a favor de las tradiciones orales además de las escritas. Besitos, amiga
EliminarPrecioso recuerdo fragante.
ResponderEliminarGracias, Charo, por comentar. Un beso
EliminarTu abuela era una persona muy muy rabia por cómo la describes. Gracias por compartir éste momento tan bonito con nosotros.
ResponderEliminarNoa
Creo que las abuelas saben más que los ratones colorados jajaja. Eso s edice mucho por aquí. Besitos
EliminarLas abuelas son tan importantes en la vida de nuestra niñez. Ellas nos dejan buenas lecciones, que se van traspasando de generación a generación. Cuanta añoranza y ternura en tu relato.
ResponderEliminarBeso
Yo que soy ahora abuela me encantaría que me recordaran de esa manera. Besos
EliminarCuanta añoranza me haces sentir! Recuerdo la primera vez que vi las moñas y como yo adolescente le compre una a una viejecita, tambien me lleno toda de olor a jazmin cuando pienso en mi adorada Cordoba y en el patio de vecinos donde vivio mi familia alli en Sanchez Peña y en la vida en color que sentia solo con poner mi pie en esa mi ciudad (yo pase mi infancia en un pueblo manchego,)bueno solo agradecerte ese soplo de añoranza de la buena. Sensacional tu escrito, besos.
ResponderEliminarSi viviste en Córdoba ya sabes como es el ritual de esa tradición. Gracias por venir hasta mi casa. Besitos
EliminarDebía de ser preciosa esa diadema de jazmines, y ahora tienes a tu nieto para explicarle, entrañable.
ResponderEliminarUn abrazo
Era todo un ritual, Carmen. Un beso
EliminarDescribes largamente un bonito recuerdo de la niñez que veo vas a trasmitir para que ese mismo recuerdo permanezca en sucesivas generaciones.
ResponderEliminarBesos.
Lo voy a intentar jajaja, no sé si lo conseguiré. Besitos, amigo.
EliminarBuenas noches Maria Jose , ya terminado el reto he descubierto el tuyo , y esta convocatoria creo que el 99% hemos recordado con todo el cariño que se merecen a nuestros abuelos , los pueblos donde nos criamos o bien pasamos las vacaciones , pero que a todos nos han dejando marcados .
ResponderEliminarPrecioso reto pq he descubierto a parte de grandes relatos verídicos , a personas con un grtan corazón y eso siempre es muy gratificante .
Precioso tú relato , esas parras y esas flores en el patio de la abuela.
Un fuerte abrazo y feliz semana.