Gloria
y Mikel corrían sin parar. Miraron hacia atrás comprobando que, por el
momento, no los perseguían. Se escondieron detrás de un árbol que tenía un
tronco muy ancho para recuperar el aliento. El ruido de los pájaros, en aquella zona de la selva amazónica, era
ensordecedor. Gloria bajo la cremallera de su chaqueta y extrajo unas ajadas
páginas escritas en latín.
—Mira
lo que dice Mikel: “Los trinos nublarán tu mente”. Vamos bien. ¿Por qué no
buscas con el GPS si en la persecución nos hemos salido de la ruta?
Mikel
comprobó que su destino se hallaba más cera de lo que esperaban por lo que
insistió a Gloria para que continuaran.
Al
cabo de diez minutos apareció ante ellos la imagen que buscaban. Un ser de
piedra era la entrada a la cueva; la puerta era una boca, incluso con dos dientes
y las ventanas, los ojos. Subían los escalones y Gloria se paró en seco.
—¿De
verdad Mikel crees que hacemos bien entrando ahí? Parece que está muy oscuro
—Es
tu obligación, por eso te dejaron el manuscrito en herencia.
Muertos
de miedo entraron por la puerta-boca. La poca luz que entraba por los ojos se fue perdiendo conforme se
adentraban hasta que dejaron de ver y la oscuridad fue total. Olía a muerto y comenzaron
a oír un horripilante. Mikel buscaba en sus bolsillos la caja de cerillas y
Gloría, al notar que algo se le metía por la pernera del pantalón, dio un grito
de pavor:
—Aaaaaaaaaaaaaaaaaa
—el niño pegó un salto en la cama y el padre siguió relatando...
Al
mismo tiempo, Mikel encendía una cerilla para comprobar que el suelo que pisaban
estaba repleto de serpenteantes víboras de color negro que se introducía por
todas partes.
—¡Que
asco! —exclamó el niño tapándose los oídos.
—Venga
chicos yastá bien de historietas.
Hora de dormir que mañana hay que madrugar que hay cole.
—Buenas
noches mamá, buenas noches papá —dijo el hijo mientras los padres le tapaban y
le daban un beso.
Cerraron
la puerta y se dirigieron a su dormitorio. El papá estaba feliz. Le encantaba
contarle historias a su hijo para que se durmiera. La madre muy enfadada.
Entonces muy seria, le dijo:
—Ven
a la cama Indiana Jones, que esta noche t’as cubierto de gloria. Cuando se
despierte de madrugá gritando como un descosío
con las vi-bo-ri-tas metidas toitas
en la cama, que sepas, por mi santa madre —dijo santiguándose— que te levantas
tú y lo aguantas tú. Que ya sabes lo impertinente que se pone.
¡Pues
no que nos ha jodio el aventurero
este con sus fantasías!
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