miércoles, 30 de diciembre de 2009

¡FELIZ AÑO 2010!

Queridos amigos, a pesar de que mi ordenador está en la clínica aquejado de un troyano, hijo de su madre..., que me lo ha hecho fosfatina, no quiero dejar de felicitaros el Año Nuevo y de brindar con vosotros que me seguís y por aquellos que están por encontrarse en este lugar.
Os deseo que este nuevo año venga cargado de buenas intenciones, de amor y felicidad, de consuelo y prosperidad, de ternura y sonrisas, de caricias y de besos......... Que cada uno ponga en los puntos suspensivos aquello que desee, que yo también lo haré mío.
¡Brindo por vosotros!


¡FELIZ 2010!


martes, 22 de diciembre de 2009

¡Viva la Navidad!



Ayer por la mañana, quedé con mi amiga Purita y su hermana Leo para hacer shopping ; es decir, para ir de compras, como se ha dicho toda la vida. Ante el anunciado temporal de agua y nieve que arrasaría la península, adelantamos nuestra habitual salida con el fin de cumplir con el famoso juego de moda, el amigo invisible.

Una vez que terminamos nos sentamos en una cafetería para tomar una cerveza y, sin saber cómo, me encontré inmersa en una acalorada discusión. Se me ocurrió comentar que me encontraba muy feliz porque se acercaba la Navidad y casi me comen o, más bien, me devoran.

A Leo se le hinchó la vena del cuello mientras intentaba convencerme de que son unas fiestas “sacadineros consumistas” (poco congruente su actitud con lo que acabábamos de hacer media hora antes), que es un incordio tener que reunirse con la familia y, para terminar, que eran unas fiestas inventadas por el Corte Inglés. Su hermana, para no ser menos, colaboraba con gestos afirmativos o con aseveraciones repetitivas, que me ponían de los nervios, del tipo de: llevas toda la razón.

Asombrada, las miraba sin rechistar. Parecía que hubiera tocado el resorte oportuno para que a la par se dispusieran a expulsar sapos y culebras por sus bocas. Hasta que llegó un momento en que me harté y las mandé a paseo.
Me gusta la Navidad y lo proclamo abiertamente, a expensas de que esta frase levante ampollas en muchas personas. Me siento orgullosa de ser respetuosa con los demás y sus opiniones; de manera que acepto que haya quien las odie, pero no puedo consentir que no respeten mi criterio y, lo peor, que intenten convencerme diciendo que soy una sensible mojigata o una cacatúa prehistórica, como se atrevió a llamarme Leo.

Mi Navidad es multicolor, como las luces con las que adornaba de pequeña el pino que cortábamos en la sierra; huele a musgo y a madroño, con el que decoraba el viejo nacimiento de barro; suena a los niños de San Ildefonso cantando los números de la lotería por la radio; sabe a sopa de mayonesa y a turrón blando, lo mejor de la cena de Nochebuena; y es aterciopelada, como las caricias y los besos de mi familia.

Mi Navidad fue entrañable cuando era niña y lo sigue siendo ahora que ando por los 50 y… Es cierto que faltan muchas de esas figuras familiares, decisivas e importantes, pero sus espíritus continúan conmigo siempre y, como no, en estas fechas. Por ello, quiero que estos días perduren en el corazón de los más pequeños que me rodean, futuros adultos. No me perdonaría privarles, a mi entender, de esa valiosa vivencia.

De sobra sé que también mi Navidad tiene su otra cara: este pavo se te ha quedado crudo; ¡vaya regalo que me has hecho!; si lo sé no vengo, con lo malas que están las carreteras; los niños están cada año más insoportables;… pero a pesar de ello conversamos, reímos, cantamos y al final nos abrazamos, aunque sea una sola vez al año. A mí me merece la pena. Por ello voy a continuar gritando: ¡Viva la Navidad!


Una vez dicho esto, tanto yo como mi autora, os deseamos que paseís unas relajadas y felices fiestas y que el próximo año venga cargado de bondad.  Al que le haya tocado la loteria, a disfrutar el premio y al que no, que se conforme como yo con  regalos como el que me ha hecho Ana (la única pega es que es una foto muy pequeña....jajaja).

Un abrazo 
Berta


Berta se marcha y yo también. Necesito descansar, disfrutar de la familia, de los amigos y de la lectura. Por supuesto estaré atenta a todas vuestras entradas y si las musas me visitan participaré en el proximo sábado literario (2 de enero) que conduce Gustavo.
Cuidaros mucho. Nos vemos después de Reyes.

Un beso muy fuerte
María José

jueves, 17 de diciembre de 2009

¡Este jueves, un relato!

Frío, frío, mucho frío







Inocencia perdida



Cada día, cuando el cielo azul se torna anaranjado, sale al patio de su casa y la busca en la Dama de Noche, aún bañada por los últimos rayos de sol. Retira con cuidado las hojas y hurga entre ellas hasta que la atisba. El momento más placentero del día, que dibuja una enorme U en su boca. La bautizó con el nombre de su mejor amiga del colegio: Elenita.
Elenita se queda inmóvil cuando le escucha acercarse y al menor descuido intenta escapar. Pero él, diestro en aquel juego, la espera, muy quieto, por donde siempre huye y la apresa. Al instante, con mucho cuidado, para no hacerle daño la coge por el dorso, la acomoda en la palma de su mano y la acaricia. Al tacto, la lagartija está fría, suave y resbaladiza. Le gusta esa sensación húmeda que deja en sus dedos.
Las horas se tornan minutos mientras se distrae con ella. En ocasiones, la acerca a su boca y deposita un beso en su alargado y baboso morro. Cuando la noche se posa envuelta en embriagadoras fragancias, la deposita con suavidad sobre la tierra y espera hasta que la ve alejarse buscando su escondite.
Cuando entra en su casa, siempre lo mismo. Voces, golpes, insultos, llantos…
Aquella noche fue diferente. Las mismas voces, los mismos insultos, los mismos llantos; pero esta vez los golpes llegaron hasta él. Sintió el tacto de la fría y resbaladiza mano de su padre en la cara. Sus labios temblaron y sus ojos se bañaron. Probó la salada sangre que manaba de su nariz y un estremecimiento le subió por la espalda. Se quedó frío, muy frío, helado.
Nunca más acarició a Elenita.



Mas relatos en el blog de Tésalo

domingo, 13 de diciembre de 2009

El Fontanero

Disfrutaba del morenazo que acababa de llamar a mi puerta con flores y cava y al que, por supuesto, dejé pasar. Vibraba en sus brazos, presa de una borrachera de excitación, cuando el maldito timbrazo me arrebató de sus labios y de su cuerpo. Desperté con la lengua pastosa y el corazón palpitante. Alguien tenía pegado el dedo al timbre de la puerta. Obnubilada, me encaminé por el largo pasillo como si flotara en una algodonosa nube, para abrirle de nuevo a mi chico y comenzar el sueño desde el principio. Unos ensordecedores golpes aporreando la puerta me devolvieron, definitivamente, a la anodina realidad. Me ajusté la bata y abrí.
—¡Coño, Berta! Llevo una hora tocando el timbre.
El que tan amablemente me gritaba era Cándido, mi vecino de abajo. Su cabeza pelona brillaba a la luz de la bombilla del recibidor. Vestía, como siempre, un chándal; el único atuendo donde entraba con facilidad su obeso cuerpo.
—Perdona, no te oí. Me dormí en el sofá —murmuré.
—Vamos al baño —dijo entrando y echándome a un lado—. Tengo una mancha de humedad enorme en el techo del mío.
—¿Humedad?
Confundida le seguí sin dejar de pensar en mi perdido adonis.
—¿Cómo no te has dado cuenta? Debe ser algo de tus tuberías. Tienes que llamar a un fontanero.
—¿Un sábado por la tarde? Imposible. Seguro que es una manchita de nada que puede esperar al lunes.
—¡Joder, Berta! Era una manchita ayer, cuando subí y no estabas. Era un poco más grande esta mañana, cuando otra vez subí y tampoco abriste…
—Es que he comido fuera —dije justificándome.
—Y ahora ocupa todo el techo. ¡Te enteras! —me gritó—. Y teniendo en cuenta que es de escayola, en cualquier momento puede venirse abajo.
Le visualicé. Por un instante me lo imaginé sentado en el water con el pantalón en los pies y el techo encima de su cabeza.
—¡Qué exagerado! —dije disimulando la sonrisa bobalicona que me produjo aquella visión.
—¿Exagerado? Si tú la tuvieras, no opinarías lo mismo. De manera que ya puedes llamar a un fontanero.
¡Vaya, mierda de fin de semana! Ni me comí una rosca y encima ¿dónde busco a un artista de esos a estas horas? —pensé.
—No te preocupes que yo tengo una lista con teléfonos de urgencia —me dijo tranquilizándome.
Me sentía como si fuera la protagonista de una película de Almodovar. La bata de lana, las zapatillas de paño a cuadros, el vecino en chándal…sólo me faltaba los rulos en la cabeza y la Penélope dando voces a mi lado.
Respiré hondo y salí del baño.
—Vamos a por ese teléfono —dije resignada.
Dos horas después un joven, de pelo largo y pendiente en la oreja izquierda, llamaba a mi puerta. Daban las diez de la noche.
—Gracias por venir.
—De gracias, nada. Esto le va a costar un pastón.
—No me asuste —dije bromeando mientras el estómago se me encogía.
—A nadie se le ocurre llamar a un fontanero un sábado por la noche.
—Mi vecino de abajo insistió. Tiene una mancha muy grande en el techo del baño.
—¡Uf! Mal asunto.
—Desde luego, no se puede decir que usted sea la alegría de la huerta —comenté.
—Bajo a ver la mancha y subo —respondió seco.
Cerré y respiré hondo. Menuda papeleta para concluir el día. No sabía si reír o llorar. Ni siquiera me había sentado cuando escuche que llamaba a la puerta.
—Señora, está muy claro. Hay algo roto que da agua a su vecino.
—¡Vaya! Ni lo sospechaba —dije con ironía.
—No hay que ser muy listo para darse cuenta —rió—. Voy a ver si descubro donde está la fuga.
En el baño, repasó los grifos, las tomas de agua y los desagües.
—Por el sitio, debe de ser la bañera la que da problemas. Le voy a sellar con silicona el borde por si fuera eso y el lunes si no se ha solucionado descubriremos por casa de su vecino a ver si damos con la avería.
Cinco minutos después.
—Me deja que me siente, le voy a echar la cuenta.
—Por supuesto, pase al salón.
—¡Ea! Ya está. Aquí tiene todo desglosado —dijo alargándome un recibo—. En total son doscientos euros. Cincuenta del desplazamiento de urgencia, cincuenta de los materiales y cien de una hora de trabajo. Lo normal son veinte euros pero como es…
—Sábado por la noche —le interrumpí.
—Exacto, señora.
—Vamos a ver —dije muy enfadada—. ¿Una hora? Si ha llegado hace veinte minutos, por reloj.
—Tarifamos por horas, debía de saberlo. Ya le avisé de que le iba a costar un dineral. Si no le importa, págueme que tengo prisa. Voy a recoger a mi novia para ir al cine.
Aquel imberbe me estaba vacilando. Me iba a desplumar y además su insolencia me ponía de los nervios.
Miré el reloj, quedaban treinta minutos para completar la hora. Me levanté, fui hasta el revistero. Cogí las últimas revistas que había comprado y se las puse delante. Encendí la televisión y le pregunté qué quería ver. Ante su asombro, le explique que faltaba media hora para completar la hora que tenía que abonarle, de manera que podía hacer lo que prefiriera leer o ver la televisión. Su cara enrojeció, frunció el entrecejo y frotó sus manos con impaciencia. Al poco, se relajó y esbozó una sonrisa que terminó en una carcajada, que no secundé dada mi indignación.
—Ponga el futbol, señora, que voy llamando a mi novia. ¡Vaya! Quién me iba a decir que iba a dar con una cachonda…¡ja,ja,ja! ¿Me podría traer una cervecita con unas patatas fritas?

sábado, 12 de diciembre de 2009

Esta vez quedé semifinalista



Mis queridos amigos, si hace unas semanas os hacía una entrada dieciendo que "Esta vez tampoco quedé finalista..." ahora os tengo que comunicar que un microrrelato que presenté al concurso de Ediciones Fergutson, ha quedado semifinalista. Para mí, supone una enorme alegría. Son muchas las horas dedicadas a teclear palabras, a buscar aquellas que en realidad expresan lo que quiero decir de la mejor manera posible; muchas horas arrebatas unas veces al sueño, otras a la lectura, a mis a amigos y como no, a mi familia.
Yo no soy escritora de micros. Me cuesta condensar y tiendo a extenderme. Quizas se deba a que mis comienzos fueron en la novela. Allí todo es diferente. Hay que rellenar diálogos, describir personajes, situaciones....y cuanto más extenso mejor.
A pesar de ello, me han llamado siempre la atención y aunque sin técnica y al principio casi de forma autodidacta, comencé a escribirlo. Éste que ha quedado premiado y que será publicado en un libro,  era un ejercicio que me propuso Ramón, el profe, para la primera lección del taller que estoy realizando en el Desvan de ma Memoria, y que seguro muchos de los que leereis esta entrada recordareis. Se trataba de  la propuesta ¿Qué ocurriría si...? Tenía que cambiar el final de un cuento, de una película... Y se me ocurrió transformar el final del cuento de Blancanieves. Este micro es el que envié a este certamen y el que ha resultado semifinalista.
Fatal equivocación
Los siete enanitos contemplaban a Blancanieves, que dormía desde hacía dos días. El veneno que le suministró la madrastra, disfrazada de bruja, en una roja manzana, le procuraría la muerte si no llegaba un príncipe que la besara antes de las setenta y dos horas.
El tiempo transcurría veloz. Sabio buscaba una solución, sin éxito, y Gruñón rezongaba, inquieto, alrededor de la caja de cristal. El resto lloraba.
Faltaban unos minutos para que se cumpliera el plazo del que disponían. Se miraban unos a otros. Desconcertados, observaron que un pequeño y gordo sapo verdoso se apoyaba en sus patas traseras y dando un enorme salto cayó cerca de la cara de ella. Con su larga y pegajosa lengua rozó los suaves y rojos labios de Blanca, que al instante comenzó a mover los pies. Estupefactos, advirtieron que el sapo y una rana, verde brillante, brincaban y se perdían en la profundidad de una sucia y negra charca. En la caja quedaba el vestido y lazo a juego de la princesa, prueba indiscutible de que el sapo se equivocó de cuento.
Paseando por los blogs he descubierto que más compañeros del Desvan, también han sido premiados. Unos finalistas (y que incluso lleguen a ganadores) y otras semifinalistas. En total creo que hemos sido veintisiete los micros que aparecerán en la publicación del libro.
Enhorabuena a todos y gracias a los que me leeis, porque de vuestra fuerza nace la mía para continuar.





jueves, 10 de diciembre de 2009

¡Este jueves, un relato!



El anzuelo



Montaña Rusa
El temblor de las manos me impide seguir leyendo.
Respiro hondo; una, dos, tres veces. Necesito continuar hasta el final aunque sé cuál será el desenlace. Lo descubrí hace tiempo, entre silencios y desaires. Mis humedecidos ojos deforman las letras haciéndolas aparecer como  saltimbanquis borrosos sobre el papel. Mis labios musitan cada palabra a medida que me sumerjo en la lectura para hacerla real, consciente; para no dejarme engañar, de nuevo, por la ilusoria sensación de felicidad que tenía a su lado.

Mi vida ha sido su vida. Me entregué a él sin pedirle nada a cambio. Confié en él y me ha traicionado. Para toda la vida, le dije. Para siempre, respondió.

Regreso al inicio de esta, sin sentido, epístola para releer con abatimiento quejas: “no puedo seguir así”, “me complicas la vida”, “mi vida tiene que seguir otro rumbo”, “tú no estás entre mis planes”,... “he dejado de quererte”.
El ruido de la puerta me devuelve al mundo de los vivos. Sus pasos provocan que la madera cruja alertándome de su presencia. Devuelvo con premura la carta al sobre que la escondía y la sepulto entre los muchos papeles del cajón. Entonces lo advierto, escrito con letras mayúsculas: “JULIA”. Ahogo un grito.
—¡Carmen! ¿Dónde estás? Mira lo que te he traído —le escucho decir.




Más relatos aquí: Tésalo




miércoles, 9 de diciembre de 2009

Un libro, un premio

Este regalo lo recibo de mi amiga Elena, "El callejón de la prisa". Recomiendo que visiteis su blog si quereis adentraros en un universo de recuerdos infantiles que nadie mejor que ella relata.
Y como no, viene con algunas condiciones:
Mostrar la imagen del premio.













Agradecerlo a quien lo ha concedido: Ya lo he hecho Elena, pero te lo vuevo a decir desde aqui. Gracias por acordarte de mi.
Otorgarlo a 10 blogs y avisarles: Hecho.
Decir por qué me gusta leer: "la lectura me sumerge en otras vidas, otros mundos, hechos y situaciones. Te entretiene, te enseña, te hace pensar...
Lo comparto con:
Ardilla Roja: El árbol de la ardilla roja
Verónica: HEL-LENIKO
Tag: Castelldefoc
Maat: Blog de Maat
Susana: Palabras mágicas
Gustavo: Gustavo en micro
Nancy: Historias citadinas
Enma: Enma
La bigota: WICCAN
Rosa : Rosa GC

lunes, 7 de diciembre de 2009

¿Hombres o tiramisú? II

Nada más sentarme Purita me preguntó:
—Berta, cariño ¿Te terminarás el tiramisú?
Dirigí la vista hacia él, luego hacia mi amiga y de nuevo hacia él. Me sorprendió con un cómplice guiñó. Dudé un instante y respondí a mi amiga que sí.
Acerqué el plato y hundí la cucharilla en el blando y jugoso pastel cogiendo una gran porción. La acerqué a la boca, cerré los ojos para deleitarme con aquel cóctel de sabores: el bizcocho, emborrachado de amargo café y licor de almendras, suavizado por el cremoso y dulce queso mascarpone y el toque exótico y aromatizado del cacao que lo cubría. Un frenesí para mis papilas gustativas.
Tras la primera cucharada mi ánimo se templó. La segunda, la disfruté libre de la premura que imponía la urgencia en resolver aquella inquietud, que transitaba alocada por los recovecos de mi cuerpo. En la tercera y última, me regodeé.
Con la cuchara a rebosar lancé una encubierta proposición a esos transparentes ojos que no dejaban de observarme con auténtica lujuria (o por lo menos así lo sentía yo). Supe, por su fruncido entrecejo, que captaba mi insinuación y tras degustar el empalagoso tiramisú me entretuve en pasar la lengua por los labios, muy despacio, apurando con la punta hasta la última micra de chocolate que quedó adherida a ellos, después de que relamiera con ansia la cucharita.
Cuando terminé, el alejamiento mental de mis amigas era más que evidente. Pretexté que debía recoger a mi sobrina para llevarla a una fiesta de cumpleaños y salí del restaurante.
Caminé unos pocos pasos y giré la cabeza sin hallar lo que esperaba.
En mi fantasía, aquel hombre corría hacia mí y con la insolencia que presta la imaginación, me abrazaba en plena calle y  cogía mi cara entre sus grandes manos. Acercaba su boca a la mía; me miraba a los ojos y luego posaba suavemente sus labios en los míos. Un beso al que yo, por supuesto, me resistía durante un par de segundos y al poco, caía rendida ante el dulce roce, abriendo glotona  la boca para dejar paso a su cálida lengua mientras me reflejaba en sus cristalinas pupilas, antes de que entornara los párpados.
Aceleré mi marcha, sin volver la vista atrás hasta que me perdí entre el consolador bullicio.
Una hora más tarde me encontraba en casa, en pijama, tumbada en el sofá y lamentándome de mi suerte. Con una tónica en la mano, para rebajar el tiramisú, y las románticas canciones de Alejandro Fernández de fondo, me dejé arrastrar, como aguas desbordadas, por los laberintos del recuerdo.
Convulsas imágenes de los hombres con los que mantuve relaciones atoraban mi mente, con reminiscencias de un pasado en el que no quería compromisos, sino disfrutar de las ventajas que me concedía la soltería, y se mezclaban con el rostro del hombre que soliviantaba mi tranquilidad y despertaba mi dormido deseo.
No sé cuánto tiempo transcurrió.
Me adormecí, entre los acordes de la música, cayendo en ensueños cuyo protagonista, un héroe de mil caras, me libraba de infinitos peligros y me sumergía en un alborotado deleite del que gozaba cuando un estrepitoso sonido me sacó a patadas del sueño.
Presa de la desorientación, tardé en adivinar que alguien llamaba a la puerta. A trompicones atravesé el salón mientras me ponía la bata y me atusaba el pelo.
Abrí y me despabilé por completo. El morenazo se encontraba delante de mi puerta con flores en una mano y una botella de cava, en la otra.
Por mi cabeza, a toda velocidad, cruzaban embarazosas sensaciones.
Él, elegantísimo con su abrigo gris y yo, con una vieja bata, eso sí, la más calentita. Él radiante y yo, hecha unos zorros; él joven, yo…
—Saliste apresurada y no pude hablar contigo. Pregunté a tus amigas dónde vivías. El portal estaba abierto.
—¡Eh!
—Me gustaría invitarte a una última copa y que me contaras a qué sabe el tiramisú.
—¡Ah!
—Estas flores son para ti.
—¡Oh!
Una carcajada  dejó al descubierto sus blancos dientes y  me sacó del atontamiento y los balbuceos. Le miré, me miré y le acompañé en la risotada.
—Pasa, por favor. Sacaré unas copas.

Lo que vino después, lo dejo a la fantasía de cada uno de mis lectores.
Tan sólo me permito daros algún detalle que puede ilustrar vuestra imaginación: Su boca sabía a frutos rojos, con una agradable mezcla de roble y vainilla; el prieto cuerpo  no desmerecía a su cara y por último, como siempre me equivoque en la edad porque pasaba de los cuarenta...¡ja,ja,ja!

viernes, 4 de diciembre de 2009

Sábados Literarios de Mercedes: Cuento de Navidad



CUENTO DE NAVIDAD

Cuentan que aquel año el desapacible otoño dio paso a un adelantado y gélido invierno. Durante semanas los algodonosos copos cubrieron las calles y adornaron los sucios tejados con blancas lanas. El frío entraba furtivo en los hogares por huecos y rendijas, menos en casa de María. Allí, reinaba el invierno desde que cinco años atrás, una infausta tarde de diciembre, recibiera la trágica noticia de la muerte de su única hija en un accidente de tráfico. Se le heló el corazón y el pelo se volvió del color de la nieve. Ni los esfuerzos de su marido para que volviera a la vida, ni las risas de su nieto, ajeno a lo que ella sufría, sirvieron de nada. Desde entonces vagaba como una zombi en un desangelado mundo, huera de sentimientos que compartir.
La Navidad, como cada año, se acercaba codiciosa de anidar en los corazones y a María le aterraba pensar en la parafernalia que acompañaba a estas fechas. Se esforzaba con sonrisas artificiales, gestos estudiados y palabras automáticas que le ayudaban a exhibir una alegría que no sentía.
—Abuela, ¿este año comeremos pavo?
—Claro, Miguelito, como todos los años.
—Abuela, ¿a ti te gusta la Navidad?
Un silencio.
—En casa de los abuelos de Alejandro —continuó diciendo el niño— ponen un árbol muy grande y debajo Papá Noel deja los regalos. Aquí nunca hay un árbol, ni regalos.
A María se le encogió el estómago y no supo qué responder.
—Miguelito, no seas pesado y deja a la abuela.
—Abuelo, ¿pondremos este año un árbol muy grande como el de mi amigo Alejandro?
—Puede que sí —dijo llevándose al niño de la cocina.
Las lágrimas corrían como riachuelos por sus mejillas, sin que pudiera detenerlas en su camino de tristeza. Se culpaba de no tener la entereza y resignación que todos esperaban y se martirizaba con la opresiva rememoración de la desgracia que le había acaecido. Atrás quedaban la negación, la ira, la depresión, las preguntas sin respuesta; pero no conseguía aceptar aquella terrible pérdida.
En su nieto la veía a ella. Sus mismos grandes ojos de largas pestañas, el remolino de la coronilla imposible de peinar, el hoyuelo de la barbilla…Un suplicio que debía ocultar.
—¡Abuela, que dice el abuelo que vengas al salón! —gritó el niño.
María secó sus manos y lágrimas en el paño que llevaba a la cintura y se dirigió con disimulada serenidad al encuentro de su marido.
—Mira, cariño, dijo acercándose a su esposa. Tenemos visita. Esta chica quiere hablar con nosotros.
Una joven bien parecida y de agradable presencia esperaba de pie a su llegada. Nada más verla sintió una punzada en sus entrañas que no acertó a interpretar. Le resultaba tan familiar...
—Perdonen el atrevimiento de presentarme en su casa. Llevo tiempo queriendo hacerles una visita. Estas fechas son muy familiares y supongo que echaran en falta a su hija.
—Mi mujer aún no se ha repuesto. Por favor, preferiría que no sacara ese tema a relucir —le interrumpió.
—Perdónenme. No sé cómo decirlo —hizo una pausa—. Quería darles las gracias porque los pulmones y el corazón de su hija que ustedes donaron me salvaron la vida. Llevaba muchos años enferma y mi resistencia estaba al límite. Los médicos no encontraban donantes compatibles. Hasta que su hija…
Al escuchar aquello, María notó un pequeño crujido en el pecho. Parecía como si un viento cálido entrara por la rendija de la puerta envolviéndola. Algo se deshelaba en su interior. Le pareció distinguir un traslúcido halo blanco dibujarse alrededor de la joven que mostraba una amplia sonrisa. Se sentó, en silencio, a su lado. Su respiración se acompasó a la de su visitante y al poco se dirigió a ella, cogiéndole la mano:
—Ahora conozco el porqué. No fue una muerte gratuita. Gracias por venir.
Miguelito abrió muchos los ojos y la boca. No entendía lo que decía aquella simpática desconocida; aunque intuía que era algo bueno porque nunca había visto a su abuela con esa cara de contenta.
Se acercó y le tiró de la manga.
—Dime, cariño.
—Alejandro dice que su árbol de Navidad llega hasta el techo.
—Este año pondremos un árbol que llegará a las nubes —respondió ella riendo.
—¡Viva! Eres la mejor abuela del mundo —dijo abrazándola—. Pero, si es tan alto, ¿cómo podremos colocar la estrella en la punta?
—No te apures, mi niño. Tu mamá la colocará desde el cielo.


Si quieres leer más Cuentos de Navidad entra en  Paseos por el alambre el blog de Mercedes nuestra conductora

¡100 seguidores!

Acabo de descubrir que son ya 100 los seguidores de este blog que apenas abrió sus puertas hace seis meses. Parece que fue ayer cuando nuestra querida Luna, se convirtió en la seguidora número 50.
Hoy ha sido un día cansado y no me encuentro muy inspirada, por ello sólo voy a daros las gracias  a todos los que estais aquí conmigo, compartiendo las entradas  con vuestros comentarios y consejos.
Quiero que sepais que me esfuerzo porque aquello que leeis esté escrito lo mejor posible, aunque no   siempre lo consigo .
Mi agradecimiento personal a cada uno de los cien y por supuesto a vosotros que me leeis sin que os señaleis como seguidores.

He hecho un pequeño montaje para la número 100 que es Naiba y su blog Tagoror
Naiba te dejo aquí mi regalo. Espero que te guste el montaje que he realizado. Un enorme beso para tí.


jueves, 3 de diciembre de 2009

Tendremos que esperar



Mis queridos amigos/as:
Muchas gracias por seguirme semana a semana y por los comentarios que tan amablemente dejais.
Por ellos sé  que estais deseando  saber si me comí el tiramisú o al morenazo de la foto.
No es que quiera manteneros con la intriga, pero seguiré unos días más deshojando la margarita antes de relataros la anécdota completa.
La culpa de ello la tiene  la convocatoria de Mercedes para un nuevo sábado literario, que ha obligado a mi creadora a tener la mente puesta en cuentos de Navidad en lugar del hombretón de ojos transparente que me tiene sorbido el seso (por ahora sólo eso). Ella me ha prometido que en cuanto pase el sábado se pondrá a trabajar en mi asunto y me sugiere que os comente que valdrá la pena la espera...¡jajaja!
Cuidaros.
Nos vemos pronto.
Berta


PD. Os dejo con esta romántica canción. Es una de mis preferidas.


FELIZ AÑO 2024

  7 meses sin escribir en el blog y vuelvo como en años anteriores con deseos de compartir que esta comunicación ocasional no se termine. Ha...