El viento
Conduce Mimí
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Leandro llevaba cuatro horas trabajando en las labores agrícolas cuando hizo un descanso para limpiar el sudor de su frente y echar un trago de agua en su seca garganta. El calor era agobiante desde primera hora de la mañana y ahora, cerca del mediodía, el astro rey brillaba en su mayor esplendor. Se quitó el sombrero y miró hacia al cielo cubriendo sus ojos con las manos a modo de visera y contempló como relucía. Sacudió la cabeza y pensó que el verano estaba siendo terrible mientras volvía a coger la azada, con intención de seguir trabajando. Las temperaturas no habían descendido de los cuarenta grados en todo el mes, no dando tregua para que, tanto las personas como el campo se recuperaran. No corría ni pizca de aire. Los árboles cercanos parecían pintados.
Por el camino que venía de la montaña cercana, vio aparecer a su mujer que le traía el almuerzo. La saludo con una sonrisa y un beso, y le agradeció el fresco gazpacho y el bocadillo que le llevaba.
—¡Vaya calor que tenemos! —dijo Antonia.
—Hoy es peor que ayer. ¿Qué te pasa? Vienes un poco ofuscada.
—Por coger el camino más fresco he dado un poco de vuelta y me he encontrado con unos campistas en el cañaveral.
—¿Se han metido contigo? Mira, que voy para ya y los machaco.
—No, Leandro. Serénate —le dijo mientras le ponía la mano sobre el hombro—. Estaban bebidos y no han encontrado otra diversión que piropearme cuando he pasado por su lado. Pero no tiene importancia.
—¿Seguro?
—Sí. Estoy bien.
—Bueno, de todas formas lo mejor es que te quedes aquí conmigo y regresamos juntos a casa.
—Como quieras. Aprovecho para echar una siestecita debajo de aquel árbol.
Antonia se tumbó en una zona mullida de hierba, la poca que no se había secado porque estaba al norte y casi siempre en sombra. Desde allí observaba a su hombre. Llevaban toda una vida juntos. Se conocieron con trece años y ya pasaban de los cincuenta. Habían tenido una vida feliz, tres rapaces que iban para hombres y el campo les daba lo suficiente para tener una existencia digna. Cerró los ojos. Se levantó un ligero viento y cuando acordó se había traspuesto. No sabía cuánto tiempo llevaba dormida cuando le despertaron los gritos de su marido.
—¡Fuego! ¡Fuego!
—¡Dios mío! —gritó Antonia, que veía desde donde se encontraba que unas enormes llamas se apoderaban de la zona de matorral extendiéndose hasta los árboles.
Ella acababa de pasar por allí, justo donde los chicos borrachos la habían insultado. No se lo había dicho a Leandro para no provocarle porque sabía cómo se las gastaba cuando estaba enfadado.
—Ven aquí, tenemos que buscar una salida —le anunció Leandro.
Mientras iba a su lado, notó el viento ardiendo en su cara.
—Los chicos que hacían camping. Han tenido que ser ellos.
—Se me habían olvidado. Tenemos que ir hasta ese lugar. Estarán bloqueados por las llamas. Hemos de rescatarles.
Antonia escuchaba a su marido, absorta en sus pensamientos. De pronto tuvo un dejá vu. Tenía la sensación de que lo que estaba oyendo y viendo ya lo había vivido y escuchado con anterioridad. Un pellizco le apretó el corazón y el asco removió sus entrañas. Sabía cómo terminaba aquello. Cadáveres calcinados, entre los que se encontraban ellos.
—No podemos ir Leandro —dijo gritando y llorando—. Dentro de poco el viento cambiará y las llamas nos rodearan a todos. Moriremos.
—Tranquilízate, amor. Yo sé lo que me hago.
—Que no —le dijo tirando de su brazo, intentando retenerlo.
—¡Antonia! —dijo agarrándola de los brazos y zarandeándola—. No podemos dejar ahí a esas criaturas.
—Moriremos, nos vamos a quemar todos —gritaba Antonia corriendo detrás de su marido que ya estaba cerca de las llamas.
De pronto, como por arte de magia y sin esperarlo, el viento cambió y se vieron envueltos por las llamas que como lenguas de fuego se apoderaron de sus cuerpos hasta dejarlos convertidos en carbón.
El viento que golpea el cristal de su habitación despierta a Antonia. Abre despavorida los ojos y escucha con terror a su acelerado corazón. Alarga el brazo y se da cuenta de que su marido no está. Recorre la casa. Sus hijos duermen apaciblemente. Se ha marchado a trabajar, se dice.
Sale al huerto y nota el calor a pesar de que no han dado las ocho de la mañana. Suspira. Su corazón se tranquiliza, ha sido una pesadilla. Un caliente viento le seca los ojos. Se los restriega con las manos intentando acomodar su vista y entonces contempla que a su alrededor todo está arrasado, quemado, calcinado… y un desgarrador grito de dolor sale de su reseca garganta.
Hola Mª José
ResponderEliminarSoy Pipirigayo
Tu relato es sobrecogedor. Lamentablemente he vivido esas sensaciones que describes muy bien, y el temor al viento de poniente cuando en verano se producen los incendios.
Pero, y espero no te alarmes, tu relato ya lo habías publicado antes en algún otro sitio, porque con total claridad y desde casi el principio tenía esa sensación de haberlo leido, creo recordar que ha sido un sueño no muy lejano, pero justo y tal cual lo narras, con dibujos y todo, sin ser consciente en mi visión de que los dibujos eran mios.
Aún hoy, cuando sopla de poniente me acongojo mucho y me invade el temor y el desconcierto.
He de confesarte que mientras hacía los dibujos, que hago bajo impulsos emocionales e irracionales, tenía extrañas sensaciones y cierto temor a ver emerger las imágenes.
La primera que surgíó, la del personaje, salió pronto relativamente, y me quedé sorprendido, esperaba sufrir más para hacerla. Pero me alegré y un suspiro de alivio me compensó. Pero Mimi quería dos dibujos, y emprender el segundo me atemorizaba. Hemos tenido varias semanas de poniente, y de manera latente el temor esta en mí. Cuando emprendí el segundo dibujo, con miedo, he de confesar, sabía lo que quería hacer, pero mi incosciente huía, asi que hasta que no tome la decisión de ser valiente y honesto no empezó a surgir. Sabía que quería dibujar viento, y un rostro inserto en él. Entonces a mi cabeza llegó el recuerdo de la fábula del viento del norte, y me acogí a ese pensamiento con alivio, pues podía dejar de pensar en el viento de poniente. Luego tuve que luchar mucho hasta que la imagen surgió, teniendo que aceptar, que no me había salido el rostro de un honorable anciano, que es lo que pretendía sino el mio propio, y esto tuve que aceptarlo también. El encargo era para Mimi y el aprecio me hacía ser honesto y dejarlo tal cual, aceptar el resultado. Aún y así, los puse en el blog para los Sabados literarios donde tu los has visto y comentado, pero en casa los escondí rapidamente. Mis temores al ver buenas valoraciones de los dibujos se mitigaron, pero no del todo y ahora entro en tu blogger y leo y me encuentro con el recuerdo de un sueño tan cierto como el haber leido tu relato ahora mismo. Incrible verdad.
Ya sabes donde estoy, y si quieres comentarme algo, por favor hazlo, y si no te importa te mandaré petición de amistad desde wondows live.
Un saludo y un abrazo
Està muy bien escrito. Pero este final, sin embargo, me parece algo confuso.
ResponderEliminarMe refiero a que echo en falta una delimitaciòn màs clara entre lo que ha sido y no ha sido.
Ademàs, se me ha ocurrido, que realmente, hacìa calor en campo abierto y que, la mujer disimulaba muy bien, ante su marido, lo que son impertinencias de un extraño.
Un saludo,
Tèsalo
El relato pone "los pelos de punta" como se dice llanamente, sobre todo en esta epoca de desastres forestales, ese cambio de viento fue lo que ocasiono la muerte de una persona en el incendio de Avila hace pocos dias. La naturaleza impone siempre sus reglas.
ResponderEliminarEl final , inesperado, pero en mi opinion para nada confuso.
Tésalo, permiteme la pregunta....¿donde encuentras la confusion?, para mi la delimitacion la ofrece la evidencia de la tierra quemada.
Los que no tenemos el don de plasmar las ideas quedamos en espera de los siguientes sabados
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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ResponderEliminarNo juzgo sino por quien siento, cuando ha escrito, un vivisimo, interès.
ResponderEliminarM. Iglesias, un saludo,
Tèsalo
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ResponderEliminarMe gusta la entrada del relato, que presenta algo sin ir al grano, dejando migas para luego recogerlas, y atar un nudo como un hatillo con los acontecimientos.
ResponderEliminarTambién he leído la historia de Pipi. ¡Como ha espabilado haciéndose una cuenta! El miedo está ahí y si el ambiente es similar, resulta fácil asociar.
Propuse dos dibujos porque ibais a ser dos, pero ahora me doy cuenta de que era buena idea, porque nunca se sabe cual va a estar más acertado para cada uno. En mi caso, los dos me vinieron de perlas, pues creé la historia en torno al personaje
Pipirigayo creo que tuvimos un comunicación telepática porque yo no pensaba escribir sobre esto cuando me lo comentí Mimí. Sin embargo al ver tus dibujos como un flash back se me vino a la mente este relato. Nunca lo he publicado, la crecania de la que hablas seguramente será porque desgraciadamente es algo que estamos viviendo en estos días y que se repite todos los años. Tus dibujos son muy buenos e inspiradores como ves. Enhorabunea por ello. Encantada con tu muestr de amistad.
ResponderEliminarTesalo, en parte llevas razón, no es que el final es confuso, es que la realidad se le muetsra a esta mujer en todo su verdad. ¿Ha sido un deja vu o un sueño? ¿Ha muerto su marido o no? He dejafo a la imaginación de cada uno para que cierre este círculo. Mi interes ha quedado cuierto, era movilizar sentimientos y creo que lo he logrado.
Manolo, gracias por tus cariñosas palabras y Mimí, genial como siempre, como veras has sabido inspirarme.
Muy triste, y cuando piensas que todo ha sido un sueño, te das cuenta que no del todo. Debe ser tremendo vivir una cosa así.
ResponderEliminarMuy descriptivo y bueno
Un abrazo
Desgarrador tu relato Majo, en una época me pasaba esto de tener sueños premonitorios y me tenia muy asustada, porque luego sucedía. Por suerte nada grave y ya paso esa etapa.
ResponderEliminarMe conmovió, un beso.
Apasionante, indistintamente de como entendamos el final, la realidad supera el relato y éste nos deja puertas abiertas.
ResponderEliminarLo importante es como nos has llevado de la mano hasta un final, que será el que queramos que sea.
felicidades
besos
Inquientante y realista forma de sumergirnos en un constante dèja vu...Un viaje por momentos prmonitorios entre el alivio de lo que ya pasó y el temor de lo que puede suceder. Tan atrapante como el viento.
ResponderEliminarMuchos cariños
Te felicito. Excelente y sobrecogedor relato.
ResponderEliminarPipirigayo
ResponderEliminarFelicidades también para ti. Pusiste el alma en los dibujos, como debe ser, si no qué transmitirían?
Enhorabuena.
ERASE QUE SE ERA UNA CHICA QUE IBA A TRABAJAR. P0R EL CAMIN0 VI0 UN ACCIDENTE. D0S MUERT0S. CUAND0 LLEG0 AL LUGAR DE TRABAJ0 DIJ0 A UNA C0MPAÑERA QUE SI HABIA VIST0 EL ACCIDENTE. ESTA DIJ0LA QUE N0. PER0 C0M0 ES P0SIBLE QUE N0 L0 HAYAS VIST0??'
ResponderEliminarAL REGRES0 A SU CASA Y P0R LA MISMA CARRETRA DABAN P0R LA RADI0 QUE ESA CARRETERA ESTABA C0RTADA P0RQUE ACABABA DE SUCEDER UN ACCIDENTE...AL INSTANTE, SU C0MPAÑERA D ETRABAJ0, HABIEND0 YA PASAD0 EL LUGAR DEL ACCIDENTE Y HABIEND0LA ADELANTAD0 EN SU CAMIN0 D EREGRES0, LA LLAMA AL M0VIL. QUE HA SUCEDID0 UN ACCIDENTE D0NDE ESTA MAÑANA DICES QUE L0 VISTE...
SABES L0 PE0R, MARIA J0SE Y M0REN0???
QUE EST0 FUE REAL.
MEDI0 BES0.
Me he quedado acongojada, con el corazón encogido que diría mi abuela, cuantas veces le llevaría ella el gazpacho fresquito a la era...que cuidado tenía siempre mi abuelo en la quema de rastrojos, hasta los he olido, me ha gustado tu relato tanto como me ha horrorizado, miles de besosssssss.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestros comentarios.
ResponderEliminarGustavo me has dejado de piedra, imagino que igual que leha sucedido a muchos con mi relato. Mi intención era crear algo que movilizara sentimientos y parece que lo he conseguido.
besos a todos alfredo, paloma, cass, carmen y para ti que susurras...